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Actualizado: 24 de julio de 2025
Debían fusilar a los ganaderos que soltaban tales animales. Cuando tomó por segunda vez los trastos de matar, dio una orden al Nacional y a otro de sus peones para que se llevasen con la capa el toro hacia la parte de la plaza donde estaba el populacho. Conocía al público.
En medio de este desbarajuste, las dos mujeres expresaron a Benina que su mayor apuro, a más del hambre, era pagar al casero, que no las dejaba vivir, reclamando a todas horas las tres semanas que se debían.
Muy bonitas esas calles nuevas con sus inmensas aceras; pero les falta algo para ser calles de ciudad: debían circular por sus aceras unas cuantas docenas de cocottes elegantes y hermosas; vendedoras de amor, que con cierto arte educasen á esa juventud habituada á la vida unisexual de Deusto y de la cofradía de San Luis.
Las querellas de amor y de bebida debían ventilarse, tizona en mano, á espaldas de la taberna. Con el enfundado acero bajo el brazo, envueltos en su poncho y levantada el ala del fieltro sobre la frente, parecían dos caricaturas de los hidalgos de capa y espada, sus legítimos abuelos.
Así debían ser las grandes alegrías de los esquimales, encogidos en su vivienda apestosa durante el invierno, mientras afuera sopla el huracán y cae la nieve. Aspiró el humo de su cigarro, llamó a un camarero para que se llevase el servicio de té, que le molestaba con sus incesantes tintineos, y buscó en los papeles el pliego interrumpido. ¿Qué estaba yo escribiendo?...
Dia 28. Este dia me fué preciso detenerme á esperar los víveres que habia quedado mandarme el Justicia Mayor: de los que por fin llegaron siete cargas solas, de las veintiuna que debian ser: cuyas raciones distribuí á los soldados, por ahorrar el costo de las cabalgaduras de su conduccion, respecto
En todo lo que abarcaba su vista, el mar ofrecía la tersura de un lago, teniendo por orla la línea de rompientes, y por el lado opuesto, una sucesión de tierras bajas que debían ser islas. Edwin siguió bogando. Varias veces hundió un remo verticalmente en el agua con la esperanza de tocar fondo.
Pero a continuación figuraba una extensa lista de mandas, todas para hijos suyos que declaraba habidos con esclavas musulmanas o amigas judías, armenias y griegas que debían vegetar a aquellas horas, decrépitas y arrugadas, en algún puerto de Levante.
Quiero decir que a mí no hay mujer que me engañe». Fortunata tuvo miedo y Nicolás aproximó más el sillón. Aunque estaban solos, ciertas cosas debían decirse en voz baja. «Vamos a ver, ¿quién fue el primero?» preguntó el presbítero llevándose la mano tiesa a la boca, porque con la pregunta querían salir también ciertos gases.
Prefería, acompañándose de un acordeón que no le abandonaba, cantar canciones sentimentales de su país. Al año conocía yo a toda la gente pontonera. Había algunos viejos confinados que tenían una industria curiosa. Consistía ésta en hacer un agujero en el pontón y vendérselo al que pagara más. Estos agujeros debían salir entre el nivel del agua y la galería baja, lugar vigilado de noche y de día.
Palabra del Dia
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