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Una tarde se hizo cargo de una guapa dalaga que pilaba arroz acompañando el ruido acompasado del jalo con una monótona canción. Ver á la dalaga y pararse, y tras pararse, rascarse, fué simultáneo.

El arte mímico ha llegado á una gran altura en el viejo mundo; pero juramos á nuestros lectores, que con toda aquella mímica junta, no se llega á la expresión que envuelve el hecho de pararse un bagontao ante una dalaga, y rascarse. Las uñas en este caso tienen más elocuencia que todas las catilinarias juntas.

El servicio, lo impone el padre de la dalaga, dura generalmente un año, ó sea de cosecha á cosecha, viviendo muchas veces el pretendiente en la misma casa de la pretendida.

En el mero hecho de haber desempeñado una ocupación de la dalaga, se le acepta, y en tal concepto, presta con el nombre del servicio, ó sea el pamimianan, toda clase de trabajos.

Dió las buenas tardes á los padres de la dalaga, fué cuidadosamente observado por aquellos, y acto continuo indicaron faltaba agua, á cuya indicación el pobre Bindoy, cargó con un pesado bombón de caña, que llenó en un manantial vecino. Con este trabajo empieza el via-crucis que tiene que recorrer el pretendiente.

La mirada de Angué sigue inmóvil. ¿En qué pensará? ¿Abrigará temores? No. El sol alumbra en el horizonte sin nubes, los canarios de China cantan sus amores, las bomgas y las palmas baten sus hojas ante la fresca brisa del mar. Con cantos, flores y luz no puede haber temores. El Asuang y todos los malos espíritus, ya sabe la dalaga que buscan las sombras.

El personaje pidió se le sirviera chocolate con leche, y chocolate con leche, en efecto, tomó; pero grande fué su sorpresa y no menos sus ascos cuando supo que el chocolate había participado del producto de los pechos de la dalaga.

Cual en Madrid en tiempos, el día del Corpus, daba los patrones á la moda, así en Filipinas los da el de la fiesta de Binondo. Con arreglo á lo tácitamente convenido en aquella, nuestra dalaga ostenta camisa de piña sombreada, corto y airoso tapis de glasé, vistosa saya de gró á rayas verdes y blancas, chinela bordada en plata, escapulario de finos relieves y terno completo de corales.

La dalaga, vió que Bindoy se paró, que miró, y que abrió la boca; oyó que pronunció el eureka tagalo, ó sea el característico, ¡aba! y sobre todo, observó que bajó la mano y se rascó con el mismo mimo y parsimonia que podría hacerlo un gitano sobre el lomo de un pollino en feria, y visto y oído lo anterior, dejó jalo dentro del lusong y miró de reojo á Bindoy como diciendo, mañana serás el que piles.

Ya estamos dentro de la casa; ya están á nuestra presencia cabezang-Gogo; ñora Putin y la hija de ambos, la chichirica dalaga Angué; que es como si dijéramos en Europa el ex-diputado Sr. D. Gregorio, la respetable Sra. Prudencia y la elegantísima Srta. María. Putin y Angué, ó sean Prudencia y María, son los tipos de la india rica. Observadlos y habremos llenado nuestro cometido.