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Los contrabandistas no habían tomado parte en esta discusión; tal prisa se daban a embalar las mercancías que contaban obtener a mejor precio, gracias a este incidente.

Los reyes fueron á verlo desde una de las torres del adarve de la ciudad, y tan recios golpes se daban los combatientes, que eran caballeros fijos-dalgo de Castilla y de los Reinos de Aragon, que D. Alonso Enriquez almirante mayor de Castilla, tio del Rey y de Rui Lopez de Avalos condestable de Castilla, á quienes S. M. habia encomendado despartirlos cuando porfiasen en el torneo, tuvieron mucha dificultad para conseguirlo.

El cura leyó con voz gangosa que se arrastraba sobre las sílabas como un lamento el siguiente «En la ciudad de Munich vivía no ha muchos años una dama de extraordinaria hermosura que hacía una vida ejemplar; de modo que todos le daban el nombre de santa.

Percibió el cabildo estas rentas hasta el año 1411, recibiendo el importe del diezmo del almojarifazgo en el arca de la aduana de la ciudad. Cuando algun año no habia arrendadores del almojarifazgo, ó no daban fianzas bastantes, ó no pagaban el diezmo como debian al cabildo, ponian sus fieles así á la renta como á cada una de las rentas anejas. Arch. de la catedral, caj. Z, leg. 2, núm. 38.

Muy de tarde en tarde iban á visitarle. Tenían un trato seco; eran intolerantes, rígidas, orgullosas. Nunca hablaban á Clara sino con palabras solemnes, que daban tristeza y abatían el ánimo.

Yo creo dijo Benina riendo, pues su condición jovial se mostraba en cuantito que los afanes de la vida le daban un respiro , que va allá... para que le embalsamen... Buena falta le hace. Y que se den prisa, antes que esté corruto». Doña Paca se rió un poco con aquellas ocurrencias, y después pidió informes de la otra familia.

Un lado de montaña cortado á pico era su fachada exterior. Angostas ventanillas perforadas en la piedra daban luz y aire á estas piezas. Un comandante viejo, encargado del sector, salió á su encuentro, Desnoyers creyó ver á un jefe de sección de un gran almacén de París.

A la sazón, sus orejas parecían de cera, sus labios apenas cortaban, con una línea de rosa apagado, la amarillez de la barbilla, sus venas azuladas se señalaban bajo la piel, y sus encías, blanquecinas y flácidas, daban color de marfil antiguo a los ralos dientes.

Pasaban los invitados a la procesión caminando apresuradamente, muy satisfechos de atraer la atención de la embobada muchedumbre: unos de frac, luciendo condecoraciones raras; otros con uniforme de Maestranzas y Órdenes de caballería, vestimentas extrañas, con el sombrero apuntado y la casaca de vistosos colorines, que daban a sus poseedores el aspecto de pájaros exóticos.

Hay muchos apellidos generales y como mancomunes en España, no hay duda; pero esto nace en gran parte de que, en tiempos pasados, los señores que tenían esclavos les daban sus apellidos al emanciparlos. Estos nombres, usados por los moros ya libres, debieron multiplicarse, en particular los de los magnates, a medida que más esclavos tenían.