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Después de tan múltiples y prolijas meditaciones, llegan los ensayos llamados «de mesa», que algunos directores de escena tan peritísimos como Fernando Díaz de Mendoza, estiman adversos á la espontaneidad que debe dar gracia y frescura á la labor del comediante; luego los ensayos de conjunto ó generales, donde cada actor se habitúa á conocer el verdadero sitio que ocupa en la obra con relación á los otros personajes, y, finalmente, la noche, siempre pavorosa y terrible, del estreno.

Rui Diaz, como dije, navegando Salió de Sancti Spiritus, y viene En breve le estaban esperando. A mi me ha parecido me conviene Quedarme con Garay que v

Mari Díaz estaba temblando ó haciendo que temblaba junto á él. Don Bernardino, empolvado por el tablado, que no estaba muy limpio, se había levantado trémulo de cólera, había desenvainado la espada, y se había ido hacia Juan Montiño. El alférez y sus acompañantes se interpusieron. Dejad que mate á ese hombre que me ha afrentado dijo don Bernardino.

Araceli procuró acercar su borriquito al que él montaba y no tardó en trabar animada conversación, todo lo animada que permitía la extrema languidez de tan interesante joven. Como la mayor parte de los seres débiles era Gonzalito Ruiz Díaz muy sensible al calor y al frío, lo mismo en lo físico que en lo moral. Una atención afectuosa le impresionaba y le conmovía; un pequeño desaire le martirizaba.

Después, el aguardiente y los años han abatido el tórax que se irguió enorgullecido bajo la cota de acero de Ruy Díaz, se abatió en curva claudicante en demanda de las dos pesetas, en esas lamentables aulas de picardía y de dolor que están siempre abiertas en las aceras de la corte.

Al otro con su hija le casára; Ruy Diaz nunca fué de tal consejo, Y así con los leales se ha huido, Andando por los bosqués escondido. Había Diego de Abreu tomado La mano en señalarse con cuadrilla, Contradiciendo á Irala por alzado.

Desgraciadamente, no es un general cuadrado como lo pedía Napoleón; el valor predomina sobre las otras cualidades del general en proporción de ciento a uno. Y si no, ved lo que hace en Tucumán; pudiendo, no reúne fuerzas suficientes, y con un puñado de hombres presenta la batalla, no obstante que lo acompaña el coronel Díaz Vélez, poco menos valiente que él.

¿Me hacéis el favor de iros á cien leguas de aquí? dijo Juan Montiño volviéndose y encarándose en don Bernardino, á tiempo que levantando éste la mano sobre la Mari Díaz, la hacia ampararse de Juan Montiño, y decirle: ¡Defendedme de este hombre, caballero! ¡es un infame! Idos repitió Juan Montiño con una calma inalterable. ¡Que me vaya! exclamó todo cólera don Bernardino.

V. m., q. s. m. b., DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ S.r Diego Valentín Díaz. Partidas de defunción de Velázquez y de doña Juana Pacheco, su muger. Partida.

Gracias, caballero, gracias le dijo ; os estoy tan agradecida, que no sabré cómo demostraros... No hay por qué, señora contestó brevemente Montiño. Vivo en la calle Mayor. Muchas gracias. Número sesenta... Gracias, señora. Me encontraréis allí todo el día... En aquel momento la Dorotea salía de la escena, y oyó las últimas palabras de la Mari Díaz.