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Actualizado: 23 de junio de 2025
Más probable es que el autor de Don Juan Tenorio se inspirase para su hermosa leyenda, en este caso, que en los sucesos narrados en la Cántiga LXI de D. Alfonso y los Castigos y documentos del rey D. Sancho que cita el Sr. Picón como orígenes de A buen juez, mejor testigo. En el archivo municipal de Sevilla existe una relación del suceso que no deja de ser curiosa.
Y no deja de ser coincidencia curiosa, continuó el abad con aire pensativo, la de que en un mismo día salgan de este monasterio el más perverso de sus novicios y el mancebo á quien todos consideramos como el más digno de nuestros jóvenes discípulos y que es también el predilecto de mi corazón. Sois demasiado bondadoso, padre mío, contestó el doncel.
¿Mate?... Creo que mis compañeros quieren algo más sólido... ¿qué tal, Lorenzo?... Venimos a tus órdenes. ¡Eso quiere decir que hay apetito!... ¿No te decía yo?... y agregó, alzando la voz: ¡Baldomero! ¡A la orden, don Melchor! ...aquí hay gente curiosa por ver lo que ha traído en la canasta.
Los límites que las encumbradas montañas trazaban naturalmente á mi curiosa mirada siempre ávida de penetrar á traves de los términos, cruzábales afanoso con el pensamiento; y solazaba mi fantasía con el bellísimo lienzo que en mi ilusion dibujaba.
Nieves, a todo esto, no sabía si reírse o si apenarse, porque lo cierto era que nunca había oído ni visto a su padre hablar de aquel modo ni de aquellas trazas; y así sucedía que tan pronto enseñaba los dientecillos prietos y esmaltados, como fruncía el entrecejo o carraspeaba sin necesidad; pero sin apartar la mirada, entre curiosa y tímida, del ojo sano y algo cobardón de su padre.
Lo que importa es vivir cristianamente, con la certeza de que la otra vida será mejor, ya que es obra de Dios y no de los hombres. ¡Arriba, vamos arriba! Y empujando cariñosamente al vagabundo, salieron del claustro por entre los mendigos, que habían seguido con mirada curiosa la entrevista sin poder escuchar una palabra. Atravesaron la calle, entrando en la escalera de la torre.
Algas se pueden llamar en efecto. Quizá se ponga ahí para acechar una presa. ¡Sí, sí! ¡Ahora se arroja sobre otro bicho más pequeño!... El bicho desapareció; sin duda se lo ha comido. El duque levantó su rostro, radiante de satisfacción, por haber tenido ocasión de observar aquella tragedia curiosa.
He aquí resuelto el problema. ¿Quién dice que esto es difícil? Se puso á reir en silencio viendo mi estupor. Había seguido su razonamiento y comprendía su formidable habilidad. Pero exclamé: ¿Y si yo me escapo y Lea Peralli aparece muerta quién había cometido el crimen? ¡Bah! dijo Sorege en tono burlón. Es usted muy curiosa. ¿Quién ha de haber cometido el crimen? La persona á quien aproveche.
Al mismo tiempo se apoderó de mí una curiosa repugnancia, y, aun cuando felizmente pude detener el derrame de sangre, lo que tendía a demostrar que la herida no era, después de todo, tan seria, mis manos empezaron a encogerse de una manera extraña, a la vez que mis carrillos se vieron atacados de un dolor peculiar, muy semejante al que se sufre cuando empieza un ataque de neuralgia.
Voy a contarte una curiosa aventura, que, si bien tiene mucho de ridículo, no puedo ni debo pasar en silencio, porque sus consecuencias fueron serias para mí y han influido bastante en los ulteriores sucesos de mi vida. De esta aventura hace ya mucho tiempo, pero la tengo tan presente como si ayer hubiera sido.
Palabra del Dia
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