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Actualizado: 7 de junio de 2025
Lo privan de la concha, y lo dejan ir. Pero morirá en seguida, después de tan espantosa mutilación. No, Cornelio. Aun privado de la concha, que fué su cuna y que debía ser su sepulcro, el pobre anfibio vive. Va a esconderse en alguna hendidura y permanece en ella sin salir más que lo preciso, hasta que poco a poco le nace otra concha, que nunca es tan hermosa ni tan fina como la primera.
Es allí donde se hacen y deshacen ministerios, que no debieran tener su cuna ni su tumba sino en el seno de la opinion nacional. Y á decir verdad, hay casas entre las gentes de la Corte á donde las familias que se estiman no van jamas ó van muy rara vez y por necesidades de etiqueta.
Ella, en ese momento, se inclina sobre la cuna; el claror de la lámpara pone una línea de luz en el perfil de su cara y otro en la finura del cuello; inclinada así, su cuerpo parece más largo y más lánguido.
Si algún orgullo hay, pues, disculpable, es el que se funda en la aristocracia del talento, y más disculpable ciertamente donde es a toda luz más fácil nacer hermosa, de noble cuna, o adquirir riqueza, que lucir el talento que nace entre abrojos, cuando nace, que sólo acarrea sinsabores, y que se encuentra aisladamente encerrado en la cabeza de su dueño como en callejón sin salida.
Blanca era la que había encendido el gas; al hacerlo, dio vuelta y vio a su marido postrado en tierra y a su hija quemada viva en la cuna: retrocedió y dio un grito terrible: el pobre viejo se levantaba al mismo tiempo, y en la puerta que daba al vestíbulo exterior por donde Blanca había penetrado, sorprendía con la vista un hombre joven que había entrado con ella: fue lo primero que vio, quiso lanzarse sobre él, pero el grito de horror de Blanca lo detuvo, y entonces volvió los ojos sobre la cuna de su hija.
Parecía haber perdido por completo el uso de la palabra, no soportaba a nadie a su lado y evitaba aún a su viejo amigo; huraño y mudo, vagaba días enteros por los campos; permanecía noches enteras sentado junto a la cuna de su hijo, mirándolo fijamente con sus ojos enrojecidos y quemados por el llanto.
¡Oh sueño de la cuna! ¡Plegaria de la infancia! ¡Voz que siempre acaricia del mal en la ignorancia, religion que se esparce y sonrie al surgir, preludio del concierto que en la noche se exhala!... Como el pájaro esconde su pico bajo el ala, en la oracion el niño mece su alma al dormir. ¡Vé á rezar, hija mia!
Ella, sí, es amable, es un modelo de dulzura; pero su amabilidad es la afectada mansedumbre del león, que hace sentir de vez en cuando el peso de sus garras; es pura compasión que nos dispensa. Pasemos de la aristocracia de la belleza a la de la cuna. ¡Qué amable es el señor marqués, qué despreocupado, qué llano! Vedle con el sombrero en la mano, sobre todo para sus inferiores.
Pero ¿y esos genios de que acabas de hablar? ¿Esos genios, como todos los genios del mundo, contesto yo, no son la sociedad francesa; los genios no tocan al pueblo en donde nacen; un don del cielo no tiene otra cuna que el espacio que coge todo el cielo. El genio del hombre es como la luz de los astros: su pueblo es el orbe, la creacion entera, la obra del principio supremo, la patria de Dios.
Célebre en lo antiguo, por haberse celebrado en su recinto dos concilios ecuménicos, y por haber sido cuna de muchos hombres notables, se ofreció á mi recuerdo con mas interes del que en efecto dispierta en el ánimo del viajero.
Palabra del Dia
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