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Actualizado: 6 de septiembre de 2025


Bajaron cautelosamente la escalera, cuidando de no zapatear, previsión que el endiablado estrépito de la cencerrada hacía de todo punto ociosa. Tenía la puerta su tranca y los cerrojos corridos, medida de precaución adoptada por la cocinera del abogado así que oyó estruendo de motín.

En el crucero, arrodilladas entre el coro y el altar mayor, veíanse varias monjas de almidonadas y picudas tocas cuidando de algunos grupos de niñas vestidas de negro, con lazos rojos o azules, según el colegio a que pertenecían. Unos cuantos militares de la Academia, gruesos y calvos, oían la misa de pie, apoyando el ros sobre el pecho de su guerrera.

Así al principio; y luego, con bastante más sencillo ceremonial, fueron los de la tienda recaudando poco a poco las roñosas economías de aquellos campesinos, a cambio de sus bebidas y chucherías, no cobrando siempre al contado, pero cuidando, en las fías, de sacar hasta los intereses al vencer los plazos.

Echó una mirada en torno y vió el caballo del Duque atado a un árbol. Siguió precipitadamente, pero cuidando de no hacer ruido, por una de las avenidas orladas de coníferas que conducían a la casa. Como conocía todas las entradas, no se dirigió a la puerta cuyo llavín llevaba consigo. Temía que algún criado le sintiese.

LENGUA A LA ESCARLATA. Se toma una lengua de vaca, se frota bien con un paño; se frota con sal de nitro y se coloca en una cazuela de barro, cubriéndola bien de sal común, en la cual debe permanecer durante ocho días, dándole vuelta en cada uno y cuidando de que siempre quede cubierta de sal.

Ahora se ha descubierto que el tal don Ramón no compraba papel, y cuando le daban una cantidad con tal destino la dedicaba a la Bolsa, cuidando de entregar los intereses al cliente, como si en realidad existiesen los títulos. ¿Quieres saber que hay de esos tres mil duros? Pues que los has perdido. ¿No me dijiste que tu novia le entregó ocho mil reales? Pues los has perdido también.... ¡Cristo!

Vieron entonces que Guillermina pasaba en dirección al cuarto de Severiana, y doña Lupe corrió a recibir de su boca augusta los plácemes que merecía. «¡Oh, qué buena es usted! le dijo la santa, estrechándole las manos . ¡Quedarse aquí cuidando a esta pobre...! No, no diga usted que esto no vale nada.

Sin embargo, no se olvidaba del tiempo que había pasado lejos; las páginas donde expresaba la dulzura de su nueva vida estaban todavía llenas de los recuerdos de la antigua. «A esta hora están mis compañeras en el jardín. Sor Ana se pasea en torno de la fuente, leyendo en ese libro que jamás termina, cuidando la pobrecilla a sus hijitas.

LANGOSTINOS A LA AMERICANA. Cortar en trozos la carne de una langosta fresca y hacerlos saltar en la sartén a buena lumbre, en aceite con cebollas y charlotas picadas. Hacer que se reduzca la salsa a lumbre viva. Servir inmediatamente. LANGOSTA. Lo mismo entera que cortada a pedacitos o ruedas, se mete en agua hirviendo unos minutos, cuidando de quitar bien la veta y que no pierda el jugo.

Había que alegrarse: aquel domingo era el de sus bodas, el primor día que pasaban juntos. Ya pensarían luego en las economías. Bebieron en el mismo vaso, cuidando el uno de poner los labios en la empañadura que dejaba la boca del otro.

Palabra del Dia

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