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Actualizado: 16 de julio de 2025
En fin: sabe Facundo que un joven Rodríguez, de lo más esclarecido de Tucumán, ha recibido carta de los prófugos; lo hace aprehender, lo lleva él mismo a la plaza, lo cuelga y le hace dar seiscientos azotes.
Añádase á esto un cuerpo delgado y pequeño, caracterizado con el aspecto fatigoso de un cansancio habitual, y este cuerpo embutido dentro de un traje de terciopelo negro; añádase un cordón de seda del que cuelga sobre el pecho el toisón de oro; un pequeño puñal de corte, pendiente de un cinturón tachonado de pequeños clavos de plata, y al otro lado un largo rosario negro sujeto al mismo cinturón, y se tendrá una idea de Felipe III, tal cual se presentó á la duquesa de Gandía.
Por una columna abajo descendían en cuelga millares de salchichones, los unos vestidos con coraza de plata, los otros desnudos y tiesos como garrotes, en tal número, que con ellos se podría armar un ejército, si los ejércitos se batieran a cachiporrazos.
A lo mejor se lleva uno cada chasco... ¡Cuántas veces pensamos mal de un sujeto, fundándonos en hablillas del vulgo o en cualquier dato inseguro, como por ejemplo, un pelo, un botón!... y después de mirar bien el hecho, ¿qué resulta?, que no basta para muestra un botón, que el que se cuelga de un cabello se cae; en una palabra, niña mía, que lo aparentemente deshonroso puede no serlo, y que la realidad, en vez de arrojar vergüenza sobre el sujeto, lo que hace es enaltecerlo y quizás honrarle.
El leer aquellas aventuras de Aguirre me producía un poco la impresión que produce a los niños Guignol cuando apalea al gendarme y cuelga al juez. A pesar de sus crímenes y de sus atrocidades, Aguirre, el loco, me era casi simpático. Una impresión de la infancia que me causó gran efecto, fué el funeral de mi tío Juan de Aguirre.
Mi tía continuó, dirigiéndose a mí: Aquí tienes a la que, con esas manecitas, te hizo las camisas que te gustaron tanto; la que bordó aquellos pañuelos que te mandamos de cuelga el día que cumpliste diez y siete años, ¡Mentira parece! ¡Y quien te conoció, así, chirriquitín, que cabías en un azafate!... Elogié las habilidades de Angelina. Esta, confusa y contrariada, no alzaba los ojos para verme.
Mira una boda; con qué buena fe se prometen los novios eterna constancia y fidelidad. ¿Quién es aquél? Un militar; observa cómo se paga de aquel oro que adorna su casaca. ¡Qué de trapitos de colores se cuelga en los ojales! ¡Qué vano se presenta! Yo sé ganar batallas, parece que va diciendo. ¿Y no es cierto? Ha ganado la de *. ¡Insensato! Esa no la ganó él, sino que la perdió el enemigo. Pero...
Porque el teatro es un salón abierto, sin las bambalinas ni bastidores, y sin aparatos ni pinturas: sino que cuando la escena va a cambiar, sale un regidor de blusa y turbante, y se lo dice al público, o pone una mesa, que quiere decir banquete, o cuelga una lanza al fondo, que quiere decir batalla, o sopla el alcohol que trae en la boca sobre una antorcha encendida, lo que quiere decir que hay incendio.
A la puerta, a un lado, troncos colosales de madera fina repulida; y al otro, de color de rosa y verdemar, la pirámide del mármol transparente de la tierra, del ónix que parece nube cuajada de la puesta de sol. Del techo cuelga, verde y blanca y roja, la bandera del águila.
Palabra del Dia
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