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Indicó el jefe el segundo alambrado, que Lacour y su amigo creían perteneciente á los franceses. Era de la trinchera alemana. Estamos á cien metros de ellos continuó , pero hace tiempo que no atacan por este lado.

En su religion dominaba el temor á la esperanza, por lo que se dejaban llevar del fanatismo, y de mil necias supersticiones que influian sobre las acciones de su vida privada. Los sacerdotes eran reputados por médicos y practicaban succiones curativas. Todos creian en la existencia de otra vida. Bajo esta denominacion existia una nacion que era de las mas numerosas de la provincia de Moxos.

Teobaldo le sostenía en sus brazos, y yo permanecía arrodillada junto a él, casi desvanecida. »Toda la servidumbre rodeó al Conde, prodigándole los socorros que aun ellos mismos creían inútiles, dada la gravedad de su herida. » dijo Teobaldo: ejecuten las órdenes del señor; pero agregó en seguida, déjennos solos con él.

Procurando explicarse y calmar a su amigo, intervino Ignacio: ¡Vamos!... Quiero decir que en casa creían que eras un personaje imaginario, una pura invención, una mentira, un fantasma... ¡Yo un personaje imaginario... una pura invención... una mentira... un fantasma!... ¿Están locos en tu casa?... ¿Y por quién me tomaban?...

Mas adelante, aclarándose mis luces, vine en conocimiento de mis errores, y de que nadie habia entendido este trozo de demarcacion: hallé los rios Igurey y Corrientes que señalan los tratados, y se creian imaginarios, y por fin, conocí y calculé las ventajas de primer órden que dichos rios nos proporcionan. Las escribí á V. E., y V. E. las trasladó al Rey.

La Virgen que me salvó por tu recomendación bien podía haber intercedido algo más en favor mío, ablandando a mis guardianes. Los infelices creían salvar al mundo dando suelta a los instintos de bestia que duermen en nosotros como restos del pasado... Después, en plena libertad, la vida ha sido más dolorosa que la muerte.

Habíanla encerrado; tuviéronla a pan y agua una porción de días; quitáronla de trabajar en la fábrica y no la dejaban salir ni a misa. Nada; ella todo lo sufría con gusto por su Joaquín. Cuando ya me creían medio muerta de hambre y congoja, me ponía a cantá con la mayor desvergüensa: Me han quitao de ir a misa, me han quitao el confesá, me han quitao de ir a verte. ¡Qué más me pueen quitá!

Los sectarios de la religión de Ahura-Mazda creían, pues, a puño cerrado, que Parsondes debía contarse en el número de los veinte o treinta grandes profetas, precursores y continuadores de Zoroastro hasta la consumación de los siglos.

Tampoco creían en insurrecciones ni en pasquines, conocido el caracter ultrapacífico y prudente del estudiante, y prefirieron atribuirla á venganzas de frailes, por haber sacado de la servidumbre á Julî, hija de tulisan, enemigo mortal de cierta poderosa corporacion.

Y yo, que he vivido dos años entre alemanes, le contesto: ; es posible. Y es posible... porque no es depravación. A comienzos de la guerra, muchas gentes no creían que los alemanes fueran capaces de bombardear ciudades indefensas ni de hundir barcos de pasajeros. Yo lo creía. Y no es que yo tuviese de los alemanes peor concepto que mis interlocutores, sino que tenía un concepto distinto.