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Actualizado: 2 de junio de 2025
¿Y por qué no? nunca se duerme mejor que cuando nada se desea, cuando se ha obtenido todo lo que se anhelaba: ¿y tú Luis? estás pálido, pareces triste; si continúas así, creeré que te has sacrificado a mi felicidad. ¡Oh! no: yo creía que tú... que sufrías; pero veo con placer que me he engañado; te prometo dormir esta noche tan bien como tú.
Diciéndome que no debo creer que se mueren los niños... mandándome que no lo crea. ¿Yo?... Si usted me lo afirma, lo creeré, y me curaré de esta maldita idea... Porque... lo digo claro: yo he pecado, yo soy mala... Pues, hija, bien fácil es curarte. Yo te digo que tus niños no se mueren, que tus hijos están sanos y robustos.
Conque si así pienso del Dante, ¿qué pensaré yo de Zola y qué creeré yo que pueda enseñarme Zola, que no se aprenda mejor en cualquier diccionario enciclopédico manual: en el Bouillet, pongamos por caso? Y basta con lo dicho, porque parece cosa de broma y de risa el aducir pruebas y argumentos para sostener verdades tan de sentido común y tan palmarias.
16 Que si yo le invocase, y él me respondiese, aún no creeré que haya escuchado mi voz. 17 Porque me ha quebrado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa. 24 La tierra es entregada en manos de los impíos, y él cubre el rostro de sus jueces. 25 Mis días han sido más ligeros que un correo; huyeron, y nunca vieron bien.
La infeliz joven puso el nene a su lado, mostrando menos desconfianza; pero le rodeó con su brazo en ademán de protección. «¿Pero me le quitará?... Diga si me le quería quitar... Fuera bromas. Lo que usted me diga lo creeré». Muchas gracias, amiga mía... Me toma por ladrona de chiquillos. No sabía yo que soy bruja... No; es que... verá. Yo pensaba que me lo iban a quitar, por lo mala que he sido.
La aflicción de Maxi exigía la mentira, y su mujer tuvo que decírsela... mentiras de esas que inspiran viva compasión al que las dice y consuelan poco al que las oye. Echábalas de sí como enfermera que administra la inútil medicina al agonizante. «Dímelo de otra manera y te creeré manifestó Rubín . Dilo con un poquito de calor, siquiera como me lo decías antes. Tú no sabes el daño que me haces.
Anda, querida, dame ese gusto... No sabes el sentimiento que tendré si no me lo das... Creeré que has dejado de quererme... María agotó todos los recursos del ingenio para convencerla. Sentada sobre sus rodillas la cubría de caricias, le hacía mimos, enfadándose unas veces, suplicando otras y siempre poniendo unos ojos zalameros a los cuales parecía imposible resistirse.
Palabra del Dia
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