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¡Ay, ay, ay! le citaré a usted un caso, uno de los mil que me han ocurrido, de los cien mil que van a ocurrirme; usted conoce a S *, ¿verdad? un hombre que se ha improvisado millonario, politiquero de viso y jugador de muñeca, que vino de su provincia cantando y ahora hace bailar los títeres a su antojo... Pues no puede pagarme los veinte mil pesos que me debe y que en un momento de apuro le presté a escaso interés, créalo usted, a muy escaso interés.

Luego, señor D. Salvador, me dice adiós con la mano derecha, y se aleja, huye, desaparece, se disipa como una sombra entre los almendros.... Me quedo yerto, miro a mi casa y mi casa... créalo usted... se echa a reír... yo no cómo era esto; pero lo cierto es que ella se reía, se reía.... Y ahora nos reímos nosotros.

Y aun ahora, la tengo aquí fija y clara... Será un delirio, una aberración; pero aquí dentro está la idea, y mi mayor desconsuelo es que no puedo ya, por causa de la muerte, probarme que es verdadera... Porque yo me lo quería probar... y créalo usted, me hubiera salido con la mía».

No pudo continuar porque entró D. Pedro, todo lleno de bizmas y parches, fruto amarguísimo de la brillante campaña del Condado. Levantose azorada doña Flora, y dijo: Sr. D. Pedro... es una casualidad, créalo usted, que se encuentre aquí este mozuelo... Nunca está una libre de calumnias... Este chico es tan loco, tan imprudente...

A veces digo: «¿No habrá un cataclismo, un terremoto o cosa así antes del día 10?. Pienso en la revolución, y créalo usted... desearía que hubiese algo... Me basta con una semana de jarana y tiros, durante la cual no pueda salir la gente a la calle... Pero ni eso, querida. ¿Sabe usted que a los generales Serrano, Dulce y Caballero de Rodas les han puesto presos, y dicen que les mandarán a Canarias y que también destierran al duque de Montpensier?

Así sucede que va Vuecencia a tapar un agujero, y para taparle se forma otro; y tapa éste, y resulta otro más grande; y, tapa aquí y destapa allá, piérdese algo el buen tino, y al menor descuido salta una criba entera, que, créalo Vuecencia, no es la mejor capa para esperar un hombre, abrigado con ella, los calores del verano; sobre todo, si dan en apretar mucho, como aquí sucede, los fríos del invierno.

No ocultaba su dolor por esto, y aquel día se lo expresó a su tocayo con sentida ingenuidad: «Es una gaita esto de no saber escribir... ¡Hostia!, si yo supiera... Créalo: ese es el por qué de la tirria que me tiene Pi». Don José no le contestó. Estaba doblado por la cintura, porque el digerir las dos enormes chuletas que se había atizado, no se presentaba como un problema de fácil solución.

¡Como si supiera hacer otra cosa el inocente! Gracias por la lisonja. Es justicia, créalo usted... Pero ¿y si el que salte en la conversación no da motivos? Aquí todos le dan, poco o mucho, en diferentes sentidos. ¿Hasta el pobre boticario? Ese es hombre aparte, no solamente en Villavieja, sino en todo el mundo sublunar. En fin, allá usted, que yo lavo mis manos... Pero no le disgusta el tema...

Yo le miraba y me decía: «bien merecido te está... Aguántate, cachete... Todos somos iguales». ¿Quiere usted que le un consejo? Pues trátele a la baqueta. Que suspire, que pasee, que le tome la medida a la calle. Toda la hiel no ha de ser para ... ¿Quiere que le otro consejo? Pues a usted le conviene un corazón como este que yo tengo aquí guardadito, virgen, créalo usted, virgen.

El peligro que hay, decía, raya en pecado... pero añado, será pecado claramente si no se aplica toda esa energía de su alma ardentísima a un objeto digno de ella, digno de una mujer honrada, Ana. Si dejamos que vuelvan esos accesos sin tenerles preparada tarea de virtud, ejercicio sano... ellos tomarán el camino de atajo, el del vicio; créalo usted, Anita.