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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Nada de esto ni de otro tanto más sabía Leto aquella tarde; como no sabía que habiendo husmeado estas cosas los Vélez desde su palomar de la Costanilla, y manifestado por aquellos días el entristecido Manrique propósitos de intimar el trato de los Bermúdez para realizar un determinado plan que había ideado y declaró a su hermana, ésta le dijo, irguiéndose pálida y seca, como una tibia muy grande: Te juro que arderá este palacio por las cuatro esquinas, en cuanto me traigas a él una cuñada de esa traza.

Millán vivía en la plazuela del Biombo; Pepe en la calle de Botoneras: aquél venía por la Costanilla de los Ángeles; éste por la calle de las Veneras, y después seguían juntos hasta el Noviciado, haciendo escala en cuantos escaparates hubiera algo que les llamara la atención.

Pues aún te faltan otros ejemplares de primera: los Carreños de la Campada, rivales de los Vélez de la Costanilla, que acabas de conocer... y lo que Dios nos tenga destinado, hija mía; porque al paso que vamos hoy, no es fácil adivinar lo que sucederá mañana. De todas suertes, la batalla ha de durar pocos días... Recuerda lo que don Claudio nos dijo. ; pero ¿y los del pago?

Por eso, y por ser hijo de quien es, nos alegramos tanto de hallarle aquí. Además, yo le conocí a usted así de chiquitín. ¡Canástoles con el estirón que ha dado desde entonces acá! Hablando, hablando, se supo que el padre y la hija habían salido de Peleches a las seis de la tarde y bajado por la Costanilla.

Lejos de pensar en contradecirle en nada el campechano Bermúdez, a todo le dijo «amén» por ser ese el camino más derecho para llegar al fin de la visita, que era lo que más deseaba entonces. Túvole al sonar las nueve de la noche; y los Vélez de la Costanilla se despidieron y se marcharon con el mismo insípido ceremonial con que se habían presentado en el solar de Peleches.

Pues está en Peleches sin remedio se dijo consternado . Mi desgracia es indudable. Enderezó los pasos hacia la botica; y al entrar en la plazuela, vio, entre las sombras del fondo, junto a la desembocadura de la Costanilla, un bulto negro que se movía hacia él. Es la silueta de don Claudio, pensó dirigiéndose a su encuentro. Lo era efectivamente.

"Mayormente, dijo, que no soy tan pobre que no tengo en mi tierra un solar de casas, que a estar ellas en pie y bien labradas, diez y seis leguas de donde nací, en aquella costanilla de Valladolid, valdrían más de docientas veces mil maravedís, según se podrían hacer grandes y buenas. Y tengo un palomar, que a no estar derribado como está, daría cada año más de docientos palominos.

La única nota discordante en aquel conjunto de cosas bastante bien concordadas y soportables, y hasta entretenidas a ratos, fue la familia Carreño, o más propia y gráficamente «los Carreños» de la Campada, o, como si dijéramos, los Mucibarrenas de Villavieja, ya que a sus rivales sempiternos, los Vélez de la Costanilla, se les llamó, a su debido tiempo, los Butibambas.

Palabra del Dia

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