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La animación de mi vida impedíame, sin duda, pensar en él constantemente, y por eso me explico mi ceguedad; pero nunca se me ocurrió poder hallar otro hombre más encantador que Pablo de Couprat. Sin embargo, en la corte que me circuía, muchos cortesanos ofrecían una semejanza real con los tipos de Walter Scott, que tanto había admirado.

Todo esto respiraba un sentimiento idílico, de suave felicidad, que, como contraste a sus refinados amores cortesanos, le causaba un gran deleite. Maximina siguió caminando en silencio. ¿Te ha reñido tu tía? No. Volvió a guardar silencio. Al cabo de un instante, acercando más el rostro, observó que algunas gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas.

Don Francisco de Sandoval y Rojas atravesó las antecámaras de palacio en medio de los más profundos saludos y de las reverencias más profundas de los cortesanos. Hasta allí todo iba bien: se le consideraba por los pretendientes, que son un barómetro, como señor omnipotente, en el pleno goce del favor del rey. Los ujieres se mostraron con él, y del mismo modo, profundamente respetuosos.

Meñique era tan chiquitín que los cortesanos no supieron al principio si debían tratarlo con respeto o verlo como cosa de risa; pero con su bondad y cortesía se ganó el cariño de su mujer y de la corte entera, y cuando murió el rey, entró a mandar, y estuvo de rey cincuenta y dos años.

Creereis tal vez que ese filósofo original es como muchos cortesanos, en la apariencia desinteresados é independientes, y en realidad tan flexibles al poder como solícitos en su propio negocio: todo al contrario, arrostrará por la verdad y la justicia la cólera de su rey.

El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en Majalahonda: dije discretos porque hay muchos que no lo son, y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso. Yo, señores, por mis pecados, he estudiado Cánones en Salamanca, y pícome algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes.

Precedíales el clero con el infante de Borbón de pontifical y los individuos de la Regencia, y les seguía gran concurso de generales, cortesanos antaño de la corona y hoy del pueblo, altos empleados, consejeros de Castilla, próceres y gentileshombres, muchos de los cuales ignoraban qué era aquello.

Los cortesanos que habían sido fieles a la persona, pero que no simpatizaban con las ideas, se preparaban a abandonar la casa. Las salas, las galerías, las cámaras, estaban llenas de corrillos.

Tras él desaparecieron á carrera tendida guerreros y cortesanos, excepto uno, el barón de Brocas, que haciendo dar un salto á su caballo, levantó el látigo y cruzó con él la cara del pechero, gritándole: ¡Descúbrete, perro! ¡Descúbrete siempre que tu rey se digne mirarte! Y dando rienda al caballo se lanzó en seguimiento de los cazadores. El villano recibió el latigazo sin mover un solo músculo.

Pero don Fernando, Cardenio y el cura le hicieron más llanos y más cortesanos ofrecimientos. En efecto, el señor oidor entró confuso, así de lo que veía como de lo que escuchaba, y las hermosas de la venta dieron la bienllegada a la hermosa doncella.