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Sin duda, así como, en vista del aserto irrefragable de Dozy, la alboronía viene de la Sultana Boran, la torta maimón y los maimones, que son unas a modo de sopas, deben provenir del Califa, marido de la susodicha Boran, el cual se llamaba Maimón, ya que no provengan del gran filósofo judío Maimónides, que era cordobés, y compatriota, por lo tanto, de los maimones, sopa, torta y bollo.

El Estado cordobés muere con Almanzor, y despues de la consternacion que con tan siniestra noticia se apodera de sus soldados, despues del llanto que todos derraman por el ilustre general que siempre los habia conducido á la victoria, y á quien miraban como su padre y defensor, no es ya posible que el genio del Oriente vuelva á sonreir en mucho tiempo sobre la tierra del Guadalquivir.

Sábese por S. Eulogio y Alvaro Cordobés que en los tiempos de persecucion se añadian á los tributos ordinarios que pagaban los cristianos otros estraordinarios, sin duda como castigo y medio de intimidacion.

Acomodada, pues, la albarda, y quiriendo don Quijote levantar a su encantada señora en los brazos sobre la jumenta, la señora, levantándose del suelo, le quitó de aquel trabajo, porque, haciéndose algún tanto atrás, tomó una corridica, y, puestas ambas manos sobre las ancas de la pollina, dio con su cuerpo, más ligero que un halcón, sobre la albarda, y quedó a horcajadas, como si fuera hombre; y entonces dijo Sancho: ¡Vive Roque, que es la señora nuestra ama más ligera que un acotán, y que puede enseñar a subir a la jineta al más diestro cordobés o mejicano!

Cuéntase de un título cordobés que sacrificando á la reparacion de su honor ofendido los vínculos mas tiernos de la naturaleza, precipitó en ella á una hija suya que vivia amancebada con un jóven de oscuro linage.

Sobre el enhiesto alminar del califa An-nasír se colocó por los años de 1278 la primera imágen del Arcángel S. Rafael que la gigantesca torre de la catedral levanta hoy á la region de las nubes, y que el devoto pueblo cordobés empezó desde entonces á venerar en cien monumentos como su Paladion tutelar contra las públicas calamidades. La causa segun la piadosa tradicion fué esta.

La ciencia es el mayor de los títulos para el cordobés; dos siglos de Universidad han dejado en las conciencias esta civilizadora preocupación, que no existe tan hondamente arraigada en las otras provincias del interior; de manera que no bien cambiara la dirección y materia de los estudios, pudo Córdoba contar ya con un mayor número de sostenedores de la civilización, que tiene por causa y efecto el dominio y cultivo de la inteligencia.

Pero aquella fuerza bárbara estaba diseminada por toda la República, dividida en provincias, en cacicazgos; necesitábase una mano poderosa para fundirla y presentarla en un todo homogéneo, y Quiroga ofreció su brazo para realizar esta grande obra. El gaucho argentino, aunque de instintos comunes con los pastores, es eminentemente provincial: lo hay porteño, santafecino, cordobés, llanista, etc.

Si doña Beatriz Enriquez no se enamorara en Córdoba de Colon, consolándole y alentándole, Colon se hubiera ido de España; hubiera muerto en un hospital de locos; no hubiera descubierto los nuevos orbes, cuya existencia había columbrado y vaticinado más de mil y cuatrocientos años antes un inspirado cordobés, y para cuyo descubrimiento le dio ánimo y bríos aquella apasionada e inmortal cordobesa.

Las rentas del estado cordobés eran: 5,480,000 dinares de oro de las contribuciones de las provincias; 765,000 de los zocos y mercados de Córdoba; el quinto del botin cogido al enemigo, y las capitaciones impuestas á los mozárabes y judíos, que duplicaban aquellos ingresos. Véase en Al-Makkarí la curiosa descripcion de la que envió el emperador Constantino á Abde-r-rahman III.