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Lo llamativo, lo picante de sus encantos era independiente de su voluntad: aquel cuerpo de líneas tentadoras tenía actitudes pudorosas para no revelar la forma por los movimientos; aquella boca húmeda y roja, como flor de granado recién mojada por la lluvia, hablaba castamente; y aquellos ojos de miradas abrasadoras y mimosas, grandes pecadores sin saberlo, contrastaban con la serenidad y limpieza de su pensamiento: Soledad era, en fin, una de esas mujeres a quienes hay que buscar, porque no saben atraer, y que resisten mal porque desconfían poco.

Cuando terminó su última estrofa en vascuence, con una entonación aguda, todo el concurso prorrumpió en risotadas, que contrastaban con la gravedad del cantor.

Venía de Londres, donde, aun en las más grandes aglomeraciones de pueblo, se nota ese aire acompasado, frío, metódico, del carácter inglés; la tumultuosa espontaneidad de los caraqueños contrastaban curiosamente con ese recuerdo, pintando la raza de una manera enérgica, así como la varonil arrogancia de los muchachos corriendo con sus diminutas ruanas el novillo de postre.

Detrás venía Gallardo, seguido de una escolta interminable de toreros y amigos, todos vestidos de colores claros, con cadenas y sortijas de escandaloso brillo, llevando en las cabezas fieltros blancos, que contrastaban con la negrura de los trajes femeninos. Gallardo mostrábase grave. Era un buen creyente.

Los cuales, en el mismo punto, siguiendo el antiguo precepto que obliga a todo pastor a estar enamorado y a toda pastora a mostrarse esquiva, comenzaron su diálogo, donde las quejas amorosas y los tiernos lamentos de él contrastaban con las indiferentes carcajadas de ella.

Llevaba el primero un traje de elegante corte, aunque de obscuro color y sin los adornos y preseas que distinguían á los señores de la escolta real. Largos y muy rubios el cabello y la barba, contrastaban con la negra cabellera de la hermosísima joven que iba á su lado. Era alta y esbelta, de moreno y agraciado rostro.

Ropas por todas partes; montones de muebles rústicos que contrastaban con otros alineados junto a las paredes. Eran los objetos del piso bajo, el menaje de los hortelanos, subido al comenzar la inundación.

El conde tenía en su fealdad algo de heroico y de grande que las mujeres aprecian más que la hermosura. No era de aquellos que hacen conquistas, pero de los que inspiran pasiones. Su larga cara cetrina, sus grandes manos bronceadas contrastaban con cierta brillantez con su traje blanco.

Sobre los bancos de arena y de fango, una vegetación confusa de cañas y de hierbas marinas, se teñía de mil matices igualmente sombríos y sin embargo distintos, que contrastaban con la brillante superficie de las aguas.

Tan rica vegetación, tanta lujosa verdura, tan abrigada soledad y las austeras líneas de la Santa Casa que destacaba su mole, de un color gris de hoja seca, sobre la obscuridad del ramaje, contrastaban dulcemente con el áspero y desordenado panorama que se veía en torno, con los esquivos montes, con las bruscas quebradas, con los rudos matorrales, con la misma pedregosa tierra que cruzábamos.