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Actualizado: 11 de julio de 2025
Pero no entendió el sentido de esta definición de la elegancia. Entonces le dije que es el aire de la persona y no el vestido lo que la hace ser naturalmente elegante. Y le agregué que él era muy «airoso», que era todo aire, de pies a cabeza. Me dió las gracias. Por último agregó: «Estoy lo más contrariado por estos inconvenientes de la conflagración». Y con Ernesto, ¿cómo te fué?
Quiero ir yo... yo misma á abrirle su prisión; quiero ser para él la libertad, la vida; quiero ser su recuerdo continuo... quiero que no pueda olvidarme nunca... y tanto haré, que no me olvidará... ¡Oh, no! y con eso sólo seré feliz. ¡Pardiez, y lo que amáis á ese mozo! dijo contrariado el duque.
Pero con todo, juro por mi honor, que jamás se me pasó por la idea asfixiarme, o tragar veneno, medios de finalizar tan gratos a las gentes de nuestra época. No; leí no sé en qué libro, que una joven había muerto de pena a causa de un amor contrariado, y decreté que seguiría su ejemplo.
No sé si pensar que ha muerto de vergüenza, de celos, de despecho, de tristeza, de amor contrariado. ¡Singular patología! No, no sabemos nada... sólo sabemos cosas triviales. ¡Oh!, ¡qué médicos! Nosotros no sabemos nada. Conocemos algo de la superficie. ¿Esto qué es? Parece una meningitis fulminante. ¿Y qué es eso? Cualquier cosa.... ¡La muerte!
Al tiempo de llegar Pepe, se marchaban dos señoras con una niña: era la última educanda que salía. Allí permaneció solo unos minutos, nervioso, contrariado, sin poder estarse quieto y mirando hacia las ventanas, donde los barrotes de hierro cortaban con cruces negras la claridad del espacio, en que la luz iba faltando.
Qué remitido escribiría yo, ¡qué remitido! A veces, en la actitud que tomaba al sentarse, y en los golpecitos del periódico sobre la pierna, conocía ella que venía contrariado don Pablo Aquiles. Le has visto, ¿verdad? preguntaba; ¿a que estuvo hoy en el Ministerio? Don Pablo decía que sí.
Juanito Velarde pareció también muy contrariado, comió poco y habló menos durante toda la comida.
Tomaba yo el portante, y cuando salía muy contrariado y mohino, al detenerme en la puerta para quitar la aldabilla, sentía yo en pos de mí las miradas de la huérfana. Más de una vez me volví rápidamente, y siempre logré sorprenderla en momentos en que me veía con cariñosa curiosidad. Después de vagar una o dos horas por los callejones o en la alameda de Santa Catalina, volvía yo a casa.
Yo conozco ya a la tal Antoñona, pues va y viene a casa con recados, y en efecto es muy lista: tan parlanchina como la tía Casilda, pero cien mil veces más discreta. El camino hasta el Pozo de la Solana es delicioso; pero yo iba tan contrariado, que no acerté a gozar de él.
Por mi parte traté de no pensar por el momento en Flavia y de dedicarme con toda energía al cumplimiento de mi ardua empresa. Era ésta nada menos que sacar vivo al Rey de su prisión. La fuerza era inútil; había que idear alguna estratagema y yo tenía ya un proyecto en embrión; pero me veía muy contrariado por la publicidad dada a mi salida de la capital.
Palabra del Dia
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