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Actualizado: 3 de mayo de 2025
El yo en sí, no se nos manifiesta, le conocemos por el pensamiento, y por tanto en este debemos fijar el punto de partida, y nó en aquel; de lo que se infiere que en dicha proposicion, lo primitivamente conocido, es mas bien el predicado que el sujeto; y que de los dos conceptos, el del sujeto tiene mas bien el carácter de contenido que el de continente.
Cuéntanse en Lóndres diferentes bibliotecas públicas perfectamente organizadas y servidas: los museos de historia natural, escultura, artes y pintura, son dignos de visitarse con detenimiento por las riquezas que contienen: en el de pinturas hay obras portentosas que admirar de las diferentes escuelas que conocemos.
Como al percibir, percibimos algo, es evidente que la razon de ser anda siempre envuelta en todas nuestras percepciones; por el mero hecho de conocer, conocemos el ente, es decir una cosa.
Hay multitud de amores continuaba el poeta , hijos todos de las ninfas: Amores terrenales que son los que nosotros por lo común conocemos; pero hay además un solo y único Amor, hijo de Venus Urania, el cual, según refiere el fabulista Esopo, y después han repetido muchos otros poetas y fabulistas, vive casi siempre en el cielo. Los dioses inmortales no pueden vivir sin él.
La presencia de dos personas que traen aún encima el polvo del camino, en un gabinete de elegancia y buen tono, no pudo menos de producir en los asistentes cierta sensacion impregnada á la vez de lástima y de burla. Afortunadamente mi mujer y yo conocemos bastante bien lo que valen dos francos: con dos francos se compran unos guantes color de caña.
Entonces, en la conciencia propia, no solo conocemos sino que vemos la conciencia ajena: siendo á veces tan perfecta la semejanza, que adivinamos todo lo que se nos va á decir, desenvolviéndose en nuestro interior la misma serie de fenómenos que están verificándose en el espíritu, con quien nos hallamos en comunicacion.
Tan plenamente exclamó Artegui soltando la rama de mimbre y asiendo la mano de la niña , que ahora me confirmo en creer que los seres puros poseen cierta presciencia, cierta intuición maravillosa y singularísima, negada a los que conocemos, en cambio, el triste misterio del vivir. Lucía, seria e inmutada, miraba a su compañero de viaje.
Esto entendido, calculen ustedes su asombro y descomunal alegría cuando don Simón las sorprendió con el periódico en el cual se estampaban los dos sueltos que conocemos, y con la noticia de que el autor de ellos era un elegante joven con sus barruntos de embajador. Aquel día no se comió ni se hizo nada de traza en la casa.
Saludó a Fray Miguel con una leve inclinación de cabeza, y sin decir palabra, le indicó que le siguiese. Ambos subieron por la escalera de caracol a la ancha cámara que ya conocemos. Todo estaba en ella como lo hemos descrito antes. Sólo había tres objetos que por su novedad llamaron en seguida la atención de Fray Miguel.
48 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y tienes demonio? 49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me habéis deshonrado. 51 De cierto, de cierto os digo, que el que guardare mi palabra, no verá muerte para siempre. 52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes demonio.
Palabra del Dia
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