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Actualizado: 11 de julio de 2025
Le dieron congojas tan fuertes, que se le acababa la respiración... Noté también que su voz parecía salir del hueco de un cántaro muy hondo, y sonaba como lejos... La cara la tenía muy arrebatada, y los ojos hundidos, pero muy brillantes.
16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. 17 Y Elí respondió, y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. 18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos.
Pimpollo apenas abierto, Algun dia serás rosa, Que derramará pomposa Su perfume embriagador... Pero ¡ay! entonces tal vez Te oprimirán las congojas!... Antes que esparsas tus hojas Duerme tranquila, Leonor.
Claro que cuantos más de estos sencillos artefactos venían a mi poder, las torturas eran mayores y más prolongadas. Llegó al punto que no podía ver uno en poder de alguna señorita, que se relacionase más o menos con conocidas mías, sin sentirme acometido de congojas y sudores fríos, y alguna vez de calambres y náuseas.
Habíalas tan adiestradas que no parece sino que llevaban dentro del cuerpo un almacén de lágrimas; tanto eran éstas bien fingidas, merced al expediente de pasarse por los ojos los dedos untados en zumo de ajos y cebollas. Con frecuencia, así habían conocido ellas al difundo como al moro Muza, y mentían que era un contento exaltando entre ayes y congojas las cualidades del muerto.
Mas qué digo fortuna, la miseria Del hombre está sugeta á tal laceria. En tanto que uno es hombre, está obligado A dos mil infortunios y flaquezas, Qué del primero padre se ha heredado Dolor, pena, congojas y tristezas; Que todas son reliquias del pecado, Con otros mil defectos y vilezas, Que juntos en Adam los recibimos, Cuando por el pecado en él morimos.
Siempre que en esto pensaba, Isidora sentía trasudores y congojas, y echaba una sonda a lo futuro para ver si por alguna parte había señales de cosa metálica. Grande fuera su pena si no la distrajeran a ratos los amigos.
«Me falta poco para llorar, amigo vientecillo dijo. Aunque un poco tardío, mi arrepentimiento es seguro. ¡Con cuánto gozo abro mis ojos á la luz de la verdad! ¿Y habrá quien sostenga que puede haber dicha, reposo y paz fuera de la religión sacratísima? Santa y sublime fe: á tí vengo fatigada de las luchas del mundo, el alma llena de congojas y atormentada por el recuerdo de mis pasados extravíos.
Se puso tan nervioso, que la bondadosa señora, para completar su caritativa obra, mostrose propicia a ir en aquel mismo momento al cuarto del severo esposo. Mario no pudo contenerse; poco menos que la hizo salir a empujones de la habitación. Ella sonreía dulcemente llamándole loco. ¡Qué zozobra! ¡qué congojas las de los novios mientras permaneció por allá!
Conque, ya sabes; si te viene un verso a la lengua, cierras la boca.» Mi padre padecía mortales congojas. Yo le veía trasudar. La nuez le sobresalía de modo pavoroso, como si los consonantes, contenidos y atragantados, le hicieran bulto desde dentro de la garganta y le fueran a estrangular. «Habla, hombre, habla; pero en prosa», le ordenaba la duquesa.
Palabra del Dia
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