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Actualizado: 16 de julio de 2025


5 Ascalón verá, y temerá; Gaza también, y se dolerá en gran manera; asimismo Ecrón, porque su esperanza será confundida; y de Gaza perecerá el rey, y Ascalón no será habitada. 8 Y seré defensa y amparo firme a mi Casa, del que va y del que viene; y no pasará más sobre ellos angustiador; porque ahora miré con mis ojos.

He aquí embarullada, confundida, anarquizada la partida de ajedrez; pues si unos alfiles, caballos, torres y peones tiran para un lado y otros para otro, la batalla ordenada se torna en encrespado bochinche civil. Todas las monarquías son de origen cosmopolita. Ningún rey, ninguna reina, tienen la sangre pura del pueblo en que reinan.

Las alemanas, con trajes vistosos y disparatados, se besaban al encontrarse, hablando á gritos. La lengua germánica, confundida con el catalán y el castellano, parecía pertenecer al país.

En el choque de los masas líquidas, el agua del río se mezcla pronto con las olas del inmenso abismo, pero, aun después de confundida, trabaja todavía.

Me senté al lado suyo, penetrado de compasión. ¡La comprendía, la adivinaba tan bien!... ¿No había visto, hacía poco tiempo, al lado de la cama de la mendiga, a aquella criatura delicada, tan pronto confundida por una mirada, tan propensa a turbarse, tan tierna, desplegar una energía moral y una firmeza que llegaron a parecerme hasta duras, para arrancar a una pecadora al peligro de una muerte inconsciente, que hubiera sido para su fe la muerte sin perdón, la muerte eterna?

Uno de sus desahogos favoritos era encresparse la melena blanca, que debiera ser albo nimbo de su ancianidad. Con la voz temblequeante de despecho, inquirió: Y ¿le has ofrecido mi hija?... ¡Mi hija despreciada por ese advenedizo, un hijo de mala madre, ladrón, asesino!... Carmen cerró los ojos, se tapó los oídos, se encogió en su silla pequeña, toda confundida y horrorizada.

Pero aún queda esperanza: de repente acorta el paso, sigue despacio, parece que duda, vacilando entre la cita y el deber... Por fin acelera la marcha, se aleja casi corriendo, y allá, en lo alto de la calle, se pierde confundida en un grupo de gente, mientras don Juan, humillado y rabioso, murmura entre dientes, rasgando el visillo del balcón: ¡Cobarde! ¡Bribona!

María Teresa sintió que la inundaba una alegría indefinible; ¡por fin adquiría la prueba manifiesta de la defección de Huberto! Diana quedó confundida al ver el aire de alegría con que su prima recibía aquellas revelaciones. No se animó a servirle las frases de consuelo que traía preparadas, como buena persona que trata de curar las heridas que ha hecho.

Palabra del Dia

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