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Actualizado: 23 de junio de 2025
El pobre es algo rudo: resabios de su pasado; pero es bueno y ama a Dios. Y el «santo» parecía sufrir al verse entre estas dos antipatías. No se engañaba el Indio converso al sospechar que su protector concedía algún apoyo a sus huéspedes.
Que ese pagano poderoso que los toleraba, se convirtiese en tirano que los acosase y destruyese. ¿Quién les aseguraba que á la muerte de ese rey, ya anciano, habian de disfrutar la paz y libertad que ahora se les concedia? Los sucesores serian quizá de condicion menos apacible, y entonces caerian en poder suyo todos los edificios sagrados sin resistencia.
Nadie se atrevió, sin embargo, a hablarle de ellos. Cuando concluyeron de almorzar se procedió a hacer el café sobre la misma mesa, tarea en que de antiguo se placía la familia de Rivera, y a la cual concedía extremada importancia. En esta ocasión, la importancia era mucho más grande porque se trataba de ensayar una nueva maquinilla que Carlitos había encargado a París.
Aunque no abusaba, sabía usar perfectamente de la intimidad que el egregio huésped la concedía; se autorizaba con él alguna bromita de buen género, que hacía, no obstante, estremecer de susto a don Rosendo. Conocía que era la preferida y comenzaba a coquetear.
Candido no se lo concedia, pero no afirmaba nada: Panglós confesaba que toda su vida habia sido una serie de horrorosos infortunios; pero como una vez habia sustentado que todo estaba perfecto, seguía sustentándolo sin creerlo.
En expediciones militares, cuando á la tripulación ordinaria de las naos se agregaban compañías de guerra, se concedía únicamente á los capitanes derecho á participar de la cámara de popa y por ello empezaron á construirse los cadalechos ó literas, adosando al costado con carácter provisional, bastidores de lona.
Tiburcio sostenía que todo había sido ilusión óptica, fenómeno parecido al de la fata morgana. Y por el contrario, Fréitas concedía completa realidad a la visión y hasta llegaba a triplicarla, sosteniendo que en pos de la nave Victoria, aunque a mayor distancia y esfumadas en la vaga penumbra, había visto pasar otras dos naves.
He venido sólo por verte decía don José, recalcando el honor que le concedía con su visita . ¿Pero qué son esas prisas? ¿No estás bien, querido Quico? Te he recomendado al gobernador de la provincia; la Guardia civil nada te dice... ¿qué te falta?
De este malestar, y aun puede decirse desdicha, participaba el hasta entonces afortunado Raimundo. El espíritu y el cuerpo de Clementina, alterados por el tumulto de otras pasiones, no podían reposarse en las dulzuras del amor. Los momentos que aquélla le concedía eran cada vez más cortos y sin sosiego. Se extinguieron las pláticas alegres, bulliciosas, que en otro tiempo mantenían.
Solís, que era una autoridad científica de su época, el primer sabio oficial en las cosas del mar, explotaba su prestigio desde Sevilla, aprovechando todas las ocasiones favorables para formular una petición. Don Fernando el Católico, a su demanda, le concedía los bienes de un vecino que se había suicidado. En aquellos siglos, la fortuna del suicida pasaba a la corona.
Palabra del Dia
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