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Actualizado: 19 de junio de 2025
Otra máquina de uso misterioso para los más de los presentes hizo su entrada en el patio después que desapareció el cronómetro de oro. Más de treinta cargadores sostenían el revólver extraído de un bolsillo de Gillespie. Se notó cierta emoción en la tribuna del gobierno. Los señores del Consejo Ejecutivo no pudieron contener su sorpresa en el primer instante.
Los señores del Consejo miraron con interés á Flimnap después de sus últimas palabras, apreciándolo como un profesor de mérito que había vegetado injustamente en el olvido, y merecería en adelante su alta protección. También halagó los gustos del rector, poderoso personaje cuyos consejos eran siempre escuchados por los señores del organismo ejecutivo.
1 Y luego por la mañana, habiendo tenido consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos, y con los escribas, y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato. 2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? 3 Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban mucho. 4 Y le preguntó otra vez Pilato, diciendo: ¿No respondes algo? Mira de cuántas cosas te acusan.
Dió y pronunció esta sentencia el excelentísimo señor don Manuel de Amat y Juniet, caballero de la Orden de San Juan, del Consejo de su Majestad, su gentilhombre de cámara con entrada, teniente general de sus reales ejércitos, virrey, gobernador y capitán general de estos reinos del Perú y Chile; y en ella firmó su nombre estando haciendo audiencia en su gabinete, en los Reves, a 11 de agosto de 1772, siendo testigo don Pedro Juan Sanz, su secretario de cámara, y don José Garmendia, que lo es de cartas.
Para la conclusion de este trato se juntaron en secreto, y antes de discutir sobre su expedicion, quisieron darle cabeza; porque sin ella fuera inútil cualquier consejo y determinacion, faltando quien puede y debe mandar.
Después desta desgracia, habiendo estado Su Excelencia dos días en el fuerte y dado orden de lo que se había de hacer, fué muy apretado é importunado del Consejo, que continuamente le protestaba que se fuese á Sicilia á proveer lo que era necesario en tal coyuntura.
Pidióles consejo qué modo tendría para descubrirse, o para conocer primero si, después de descubierto, su hermano, por verle pobre, se afrentaba o le recebía con buenas entrañas.
Era este estado un continuo teatro de guerras civiles, unas veces por una plaza en el consejo, y otras por dos páginas de controversias teológicas.
Influyendo por lo mismo su consejo, antes de la retirada al Bósforo, se dirigió la armada turca á Trípoli, poniendo sitio á la ciudad por mar y tierra con asistencia de los secuaces conservados por Dragut entre los berberiscos .
Yo, a quien el extraño caso más colérico que suspenso me puso, me arrojé tras los salteadores, los seguí con los ojos y con las voces, afrentándolos, como si ellos fueran capaces de sentir afrentas, solamente para irritarlos a que mis injurias les moviesen a volver a tomar venganza de ellas: pero ellos, atentos a salir con su intento, o no oyeron, o no quisieron vengarse, y así se desaparecieron; y luego los desposados y yo, con algunos de los principales pescadores, nos juntamos, como suele decirse, a consejo, sobre qué haríamos para enmendar nuestro yerro y cobrar nuestras prendas.
Palabra del Dia
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