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Actualizado: 4 de junio de 2025
Los criados comenzaban ya a cargar los equipajes, y los grupos de padres y niños se dirigían a la puerta con alegre barullo, sin que nadie reparase en el niño solitario, a veces, un compañero le daba al pasar una palmada cariñosa, o un profesor que corría apresurado le enviaba una sonrisa, y el niño sonreía también sorbiéndose las lágrimas.
Los mancebitos, que tenían ya hecho su agosto, y su vendimia, pues habían ya robado cuatrocientos escudos de oro que llevaba su mayor, dijeron que sólo los dejase aquel día, en el cual querían ir a ver la fuente de Argales, que la comenzaban a conducir a la ciudad por grandes y espaciosos acueductos. En efecto, aunque con dolor de su ánima, les dió licencia.
¿Qué era aquello? ¿Qué sombras comenzaban a turbarle? ¿Qué temores iban girando en derredor de su imaginación como fieras que se pasean en torno de su presa? ¿Era que empezaba a aspirar el hedor de los pantanosos lodazales de la tierra, o acaso que, sintiendo el yugo opresor de la materia, tenía ya su espíritu la nostalgia de la inmortalidad?
Sabe usted, yo quisiera que todo viviese, que todo comenzara a marchar, no dejar nada parado, empujar todo al movimiento, hombres, mujeres, negocios, máquinas, minas, nada quieto, nada inmóvil... Extrañas ideas murmuró Briones. Concluía el camino y comenzaban las sendas a dividirse y a subdividirse, escalando la altura.
Mientras tanto los criados comenzaban a dar vuelta a la mesa presentando los platos. Otros, con la botella en la mano, murmuraban al oído de los invitados: Sauterne, Jerez, Margaux, en un tono cavernoso semejante al que emplean los cartujos para recordarse mutuamente la muerte. Yo no bebo más que champagne frappé hasta el fin dijo Pepa Frías al que tenía detrás.
Divertía esto mucho a las damas, porque claro está que ello había de allanar el camino de la Restauración porque ansiosas trabajaban; pero lo temible, lo negro y el marqués acentuaba los pavorosos tintes de su rostro, enarcando las pieles de sus cejas , era que los carlistas comenzaban a removerse en el norte, y los republicanos en todas partes, y hacíase difícil defender de tanta boca abierta la única y apetecida tajada.
Los italianos, reñidos ya con la austera grandiosidad de Palladio, comenzaban á disgustarse de la desnudez de los miembros arquitectónicos: revestían de follages, festones, lazos y entallos los frisos y entrepaños, los frontones, los dados, si bien conservaban puras las líneas y los perfiles.
A Martín y a Bautista no les gustaban las canciones del gascón que les parecían empalagosas, y a éste tampoco las de sus amigos, a las cuales encontraba siniestras. Discutieron acerca de las excelencias de sus respectivos países, pasando de los cantos populares a hablar de las costumbres y de la riqueza. Iba a amanecer; comenzaban a acercarse a Vera, cuando se oyeron a lo lejos varios tiros.
Por mui raro seria tenido este proceder de Fernando V, si no supiéramos á donde iba encaminado; por donde se ve que á este monarca nada debian importar los apuros de su erario, puesto que cuando comenzaban á estrecharlo, al momento encontraba el remedio en dictar alguna providencia para confiscar las haciendas de sus mas ricos i poderosos vasallos.
El gigante, por todo saludo, me estrechó la mano en silencio, con dos tremendas sacudidas que a poco me desarticulan el brazo por el hombro; su nieta y su hija, con los ojos empañados, me pidieron, mientras comenzaban a desliarse los abrigos, y en voz muy baja algo temblorosa, las noticias de cajón sobre el estado actual de mi tío.
Palabra del Dia
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