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Actualizado: 4 de junio de 2025
Todos se hincaron de rodillas, y delante del altar con los clérigos comenzaban a cantar con voz baja una letanía.
Quería ser como de niño; que su madre se encargase de todo, él se dejaría llevar sin resistencia ni movimiento por la corriente de su destino. Pero esta resignación se rasgaba a veces con arranques de protesta, con palpitaciones violentas de pasión. Comenzaban a florecer los naranjos. La primavera hacía densa la atmósfera.
Los españoles orgullosos con las victorias alcanzadas en todo el siglo XVI no advirtieron los males que comenzaban á fatigar estos reinos, ni quién era el único causador. Ya en el XVII habian arreciado de tal manera que fué preciso buscar el remedio, si no se queria ver hundida para siempre en la mayor miseria la península hispánica. Pero ya todo era en vano.
El sol subía y sus rayos comenzaban a travesear en los cristales del coche, y en las frentes de los dos que lo ocupaban, como invitándoles a contemplarse el uno al otro.
Sólo las moradas en que el infortunio había arrojado un velo sombrío, eran las que podían retenerla; desde el instante en que comenzaban á iluminarlas los rayos de la felicidad, Ester desaparecía.
El aspecto de la goleta con los mástiles rotos, tumbada sobre una banda como un animal herido en el corazón, era triste, lastimoso. El mar chocaba contra las peñas y sobre el costado del barco, produciendo un ruido violento como el de un trueno, las gaviotas comenzaban a revolotear en derredor nuestro, lanzando gritos salvajes.
Junto á Brachialio tuvo nuevas llenas de sospechas, porque tuvo aviso que Roger no recibiera las insignias de César por no hacerse más sospechoso á los suyos, de quien ya comenzaban á tener alguna desconfianza, por verle rico y honrado, y ellos defraudado de su sueldo. Temió Teodoro, y resolvió de asegurarse, retirándose al fuerte de Ripi donde estuvo algunos dias.
El sol apuntaba ya, dorando las copas de los árboles gigantes y despertando a las aves, que comenzaban a cantar volando de rama en rama.
Por las calles comenzaban á rodar los carros de la sarama recogiendo el estiércol: las vendedoras de fotes llamaban á las puertas repartiendo los panecillos del desayuno.
Unas quintillas de Fray Luis de León comenzaban así: Si quieres, como algún día, alabar rubios cabellos, alaba los de María, más dorados y más bellos que el sol claro al mediodía.
Palabra del Dia
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