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Actualizado: 8 de junio de 2025
Las ideas no entran en juego, sino solamente las personas, y en el terreno más mezquino: rencores, odios, rencillas, lucro miserable, vanidad microbiológica. Un combate naval en una charca.
Santiago volvió a bordo de la escampavía, donde ya comenzaban a estar inquietos, e hizo con una rara imprudencia, un relato detallado de su combate con el gitano y sus demonios. En fin añadió , en fin, lo cierto es que todos están muertos o fuera de combate.
La ofensa hecha á Don Diego; la lucha, la persecución, la ocultación y la huída del Cid; sus hazañas contra los moros, y finalmente, el combate legal con Don Sancho, suceden en un espacio de pocas horas.
MANRIQUE. Ahora te conozco, ahora te quiero más. LEONOR. Si tú partes, iré contigo; la muerte a tu lado ha de encontrarme. MANRIQUE. Venir tú... no; en el castillo queda custodia bastante para ti... ¿Escuchas? Adiós. El clarín llama al combate. LEONOR. Un momento... MANRIQUE. Ya no puedo detenerme ni un instante.
Además, el belga no cejaba en su guerrera tenacidad. Un joven argentino iba desde el día anterior detrás de Maltrana, participando con cierta admiración en sus preparativos, ayudándole en la busca de las armas, consultando a los camaradas que conocían los alrededores de Río Janeiro para escoger el lugar del combate. Nunca había presenciado duelos, y mostraba gran interés por ver uno de cerca.
Al contrario, un centenar de aquellos salvajes intentaron acabar con los blancos y los chinos que presenciaban aquel furioso combate, y se dirigieron tumultuosamente a la playa. No había que perder un momento. Para los tripulantes que se habían quedado en tierra no había ya salvación posible y los más de ellos habían ya perecido. No era prudente exponer a igual suerte a los que se habían salvado.
Fue un combate terrible con su naturaleza pura y tranquila de hombre sin pasiones, que no siente por tanto la necesidad de aquietarlas a latigazos. Su admiración por la virtuosa doncella le impulsó no sólo a tomarla de ejemplo, sino también de consejera. Era tan humilde e inocente de corazón que se sentía avergonzado teniendo que dirigir y reprender a quien en el fondo consideraba como superior.
Por una madre morir, Leonor, es muerte envidiable. ¿Quisieras tú que temblando viera derramar su sangre, o si salvarla pudiera por salvarla no lidiase? LEONOR. Pues bien, iré yo contigo; allí correré a abrazarte entre el horror y el estruendo del fratricido combate. Yo opondré mi pecho al hierro que tu vida amenazare; sí, y a falta de otro muro, muro será mi cadáver.
Otros eran llevados en alto por los grupos hacia las farmacias más próximas. Mientras tanto, continuaba el combate entre los más resueltos de una y otra parte.
Muchas de las personas que habían permanecido indiferentes a las desavenencias de los del Saloncillo y los del Camarote, habían concluído por tomar puesto en uno u otro bando, unas veces porque tenían metidos en la refriega a sus parientes, otras por algún antiguo resentimiento, otras, en fin, sin más motivo que el calor y el entusiasmo que el combate despierta en los temperamentos belicosos.
Palabra del Dia
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