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Mientras esto ocurría en la pomarada del capitán, el castañar en declive que casi circunda la pequeña iglesia de Entralgo hervía de gente y regocijo. Al lado de los árboles se habían colocado bastantes tenderetes para vender vino y sidra: en torno de ellos departían bebiendo los hombres maduros. En la parte más llana se había organizado un animado baile al son de la gaita y el tambor.

Despues de comer, salimos por el N 51° O, y a las 2 leguas de terreno como el de la mañana, hicimos noche en el campo, habiendo pasado la cañada que circunda el fortin. A las diez de este dia entramos en el Fortin de Navarro, que es igual á los anteriores. En el camino vimos al SO la Laguna de Colis.

El terreno que la circunda produce con abundancia todos los frutos de la zona tórrida; así es que sus habitantes son todos labradores, y no solamente recogen lo suficiente para su consumo, sino que hacen tambien algun comercio con lo que les sobra; para lo cual ponen á curar al aire y al sol los frutos del plátano, cortándolos primeramente en tiras ó tajadas largas, que despues de secas se trasforman en escelentes orejones.

Por fin las campanas de San Vicente comienzan a repicar anunciando la salida de los reos, y a ambos lados de la Calle Ancha, los soldados acuestan las alabardas conteniendo con pena al gentío, cuyo forcejeo incesante amenaza romper la doble valla de madera que viene de las cárceles y circunda uno y otro cadalso. La procesión se acerca. Un resplandor de alabardas cruza la Calcetería.

Jano bifronte, no menos precavido y púdico, cuando se propone dar ser á los briosos primitivos pueblos de Italia, se une á la gigantesca ninfa Camesena, en la desierta cumbre del Apenino, y circunda el agreste y amplio tálamo de tenebrosas tempestades.

Ese mundo es tu gloria y tu corona, el que con lauros, mil tu sien circunda el que del polo a la abrasada zona con tu nombre sin par la tierra inunda. Cuba, Lucayas, Háiti, Dominica, Boriquén y Jamaica, Trinidad, Guadalupe y Martinica son de tu honor los timbres sacrosantos y el sublime ideal de nuestros cantos.

Todo nuestro poderío no ha desaparecido, ni toda nuestra gloria, ni todo el prestigio de nuestro alto renombre, ni todo lo maravilloso que nos circunda, ni todos los misterios que moran en nosotros, ni todos los recuerdos que se prenden en nuestros flancos como un vestido, envolviéndonos con un manto que es más que la gloria! ¡Ved!; es noche de gala en estos últimos años solitarios.

Aquella reunión inmensa, a la que acude toda la población de la ciudad y la de sus cercanías; aquella agitación, semejante a la de la sangre cuando se agolpa al corazón en los parasismos de una pasión violenta; aquella atmósfera ardiente, embriagadora, como la que circunda a una bacante; aquella reunión de innumerables simpatías en una sola; aquella expectación calenturienta; aquella exaltación frenética, reprimida, sin embargo, en los límites del orden; aquellas vociferaciones estrepitosas, pero sin grosería; aquella impaciencia, a que sirve de tónico la inquietud; aquella ansiedad, que comunica estremecimientos al placer, forman una especie de galvanismo moral, al cual es preciso ceder o huir.

Sin duda es admirable la fuerza creadora de Goethe, que tan real nos presenta a Margarita y que por tal arte la circunda de candor, que, apesar de todas sus faltas, sigue pareciéndonos inocentísima, como si hubiere en ella un numen maléfico que le roba responsabilidad y libre albedrío.

En nuestros buenos días de invierno meridional, me agrada estar solo junto a la alta chimenea, donde arden humeantes algunas matas de tamariscos. Con las rachas del mistral o de la tramontana, cruje la puerta, chillan las cañas, y todas esas sacudidas son un ligero eco de la gran conmoción de la naturaleza que me circunda.