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Actualizado: 26 de mayo de 2025


A dos dedos de la sepultura me pone á veces, le respondió Cador, y no hay mas que un remedio para aliviarme, que es aplicarme al costado las narices de un hombre que haya muerto el dia ántes. ¡Raro remedio! dixo Azora. No es mas raro, respondió Cador, que los cuernos de ciervo que ponen á los niños para preservarlos del mal de ojos.

¿Pero qué otra ni qué diablo es ese? ¡Ea, venid conmigo, que recuerdo que aquí, en la calle del Arenal, hay una hostería! Montiño se dejó conducir. Hostería del Ciervo Azul, leyó Quevedo en una muestra sobre una puerta. Pues señor, aquí es; yo no he almorzado más que un tantico de pichón, y no me vendrá mal una empanada de perdiz. Y empujó adentro á Montiño.

Vamos a ver dijo Bonifacio, que apenas oía, porque estaba manteniendo una lucha terrible con su conciencia. Figurémonos que usted es cazador... y va y pasa por una heredad mía; supongamos que soy yo el otro; bueno, pues usted ve dentro de mi heredad un ciervo, un jabalí... lo que usted quiera, una liebre.... Una liebre dijo Reyes maquinalmente. Va, y ¡pum!...

Yo tenía una cama, señores, y la tengo todavía, una cama de abeto completamente ordinaria, estrecha como un ataúd, de correas, sin colchón de lana ni de plumas; una piel de ciervo por toda cobija, y un jergón al que se le renueva la paja dos veces al año, y que constituye el único lujo.

En cuanto al amoníaco líquido, que es agua saturada de gas amoníaco, le tratarémos en un apéndice á este capítulo. Los antiguos conocian las sales de amoníaco, pero rara vez las usaban solas. Los más se servian de diversas composiciones, tales como el espíritu de Minderero, el de asta de ciervo y la sal volátil, etc.

El profesor odiaba por igual á los dos periódicos y á las demás publicaciones, que enviaban sus redactores detrás de él como si fuesen perros perseguidores de un ciervo asustado.

De las primeras no llevaban los dos montañeses más que las escopetonas y unos cuchillos enormes, cuyas empuñaduras, de asta de ciervo, asomaban por encima de los ceñidores de sus cinturas.

Ferragut, siempre corriendo, quedó detrás de los tiradores negros, de los cargadores, de los guardianes del puerto, de los marineros que acudían de todos lados, introduciéndose por los callejones de fardos y cajas... Eran como los lebreles que baten las sinuosidades de la selva, haciendo salir el ciervo á campo llano; como los hurones que se deslizan por las galerías subterráneas, obligando á la liebre á volver á la luz.

Para efectuarlo, el indio monta sobre el lomo, y con una mano recoge la cola levantándola; con ésto evita que el animal se zambulla en el agua y consigue poderlo guiar mejor. El ciervo abunda mucho en las islas; sirve de exquisito alimento á los naturales, que hacen de su carne una especie de conserva salada ó al humo, á la que dan el nombre de tapa.

El papel de la habitación representaba escenas de caza que impresionaban mucho a Marta cuando chiquita, sobre todo una que figuraba a un ciervo moribundo sujeto por media docena de perros feroces.

Palabra del Dia

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