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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Vive aún mi padre, muriendo con el deseo de saber de su hijo mayor, y pide a Dios con continuas oraciones no cierre la muerte sus ojos hasta que él vea con vida a los de su hijo; del cual me maravillo, siendo tan discreto, cómo en tantos trabajos y afliciones, o prósperos sucesos, se haya descuidado de dar noticia de a su padre; que si él lo supiera, o alguno de nosotros, no tuviera necesidad de aguardar al milagro de la caña para alcanzar su rescate.

Entonces vendréis con la chalupa de vapor á pasar por la isla, lo más cerca posible, en cuanto cierre la noche, lo que es aquí obra de algunos minutos... Nosotros nos echaremos al mar y llegaremos á nado á la embarcación. Si grito, forzaréis la velocidad hacia nosotros, pues será que estemos en peligro. En pocos instantes se decidirá nuestra salvación ó nuestra pérdida. ¿Y el navío?

Cierre usted la puerta, Marenval, dijo fríamente Tragomer. El señor de Sorege querría despedirse de nosotros demasiado audazmente, pero nos cree más necios de lo que somos. ¿Pretenderéis obligarme? exclamó Sorege. ¡Obligar á usted! ¡Qué violento término!

Tu mano, que abrió las entrañas del suelo y halló un gran tesoro, arroje las llaves extrañas que cierran tus puertas al lloro. Preparen tus manos la mesa, el plato de arroz y hasta el vino. ¡La sombra en la luz hace presa y es largo y tortuoso el camino! Que sea, en la vida, tu techo la fuente que lave los males, que cierre las llagas del pecho que borre las penas mortales.

Unos tropezaban en él, otros caían, y tal hubo que se puso encima un buen espacio, y desde allí, como desde atalaya, gobernaba los ejércitos, y a grandes voces decía: ¡Aquí de los nuestros, que por esta parte cargan más los enemigos! ¡Aquel portillo se guarde, aquella puerta se cierre, aquellas escalas se tranquen! ¡Vengan alcancías, pez y resina en calderas de aceite ardiendo! ¡Trinchéense las calles con colchones!

Presentáronmele, hiciéronme conocer su talento y su hermosura; y cuando ha llegado a interesarme, cuando quizá... le amo, se le arroja para siempre de mi lado por un delito que es cabalmente, aunque en otra forma, el pecado capital de mi propia familia. ¡Y se pretende ahora que con la facilidad con que se le cierran las puertas de esta casa, le cierre yo las de mi corazón!... ¡Esto es imposible!

Decid á vuestro rey que si cumple lo convenido entre nosotros, no tocaré una piedra de sus castillos ni un cabello de sus súbditos; pero que de lo contrario, os seguiré de cerca, llevando conmigo una llave que abrirá de par en par cuantas puertas él nos cierre. Y ¡ay entonces de Carlos y ay de Navarra!

No puede haber para ustedes otro suceso extraordinario que un motín contra el impuesto de Consumos, una huelga, un cierre de tiendas protestando de los impuestos, y hacer fuego entonces sobre una muchedumbre armada de piedras y palos. Si alguna vez manda usted en su vida disparar, tenga la certeza de que será contra españoles.

La vía estaba limpia de transeúntes; pero en los casinos los balcones mostrábanse iluminados; los pisos bajos no tenían otro cierre que las cancelas de cristales. Los rebeldes pasaban ante las sociedades de los ricos lanzándolas miradas de odio, pero sin detenerse apenas.

No percibía el menor sonido. Pronto distinguí los vagos contornos del cenador, cuyos peldaños subí. La puerta de madera y muy endeble, se abrió en seguida y una mujer que allí esperaba se apoderó vivamente de mi mano. Cierre usted la puerta murmuró. Obedecí y dirigí hacia ella la luz de la linterna.

Palabra del Dia

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