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Actualizado: 19 de julio de 2025
En 1830, la poblacion indígena de Exaltacion ascendia á dos mil setenta y cinco almas, y estaba dividida en ocho secciones: los Maisimaees, los Maidebochoquees, los Maidepurupiñees, los Mairoañas, los Maiauquees, los Maidijibobos, los Maimajuyas y los Maimorasoyas. El ganado vacuno llegaba, en el citado año, al número de once mil ciento seis, y el caballar á quinientas veintiseis cabezas.
Pasó un cometa por junto á la última, y se tiráron á él con sus sirvientes y sus instrumentos. Apénas hubiéron andado ciento y cincuenta millones de leguas, se topáron con los satélites de Júpiter.
Ya lo creo dijo doña Encarnación ; como que ahora andamos engolfados en negocios tan productivos, que ganamos un ciento por ciento al año.
Sale aquel criado del servicio de palacio y entra al de alguno de los que llamó D. Fulano ó D. Mengano, y si este vive con otros ciento, que sean en posición oficial menos pasará á ser el castila, y los demás seguirán siendo D. Mengano ó D. Fulano. El mayor título de respeto que puede dar el indio es el llamarle á uno el castila, palabra que va aplicando en el escalafón de las categorías.
Y qualquiera que dexâre cašas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o muger, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá ciento tanto, y la vida eterna avrá por heredad. Mas muchos primeros, šerán poštreros: y poštreros, primeros. Porque el Reyno de los cielos es šemejante
Viven en él diez y siete monjas; pudieran vivir ciento. Es de sólida e irregular mampostería, trepado por numerosos agujeros, con arcos y ventanas cegados, con altas celosías de madera negruzca.
Juanita, yo doy por recibidos los ocho mil reales que me robaron con tal que tú me firmes un pagaré, que vencerá dentro de seis meses, por la expresada cantidad, más un pequeño tanto por ciento. Mil gracias, señor don Ramón dijo Juanita . Escriba usted los dos documentos.
Entretanto, el mismo Abu-el-Casín hizo alarde y reseña de todos aquellos respetables wazires, ministros, cadíes, oradores, literatos y poetas que componían sapientísimo diván, y encontró que, sumados cuidadosamente uno por uno, y tomando sus nombres para evitar toda confusión, no se hallaban más que ciento y doce sabios entre todos.
De manera que el personal del establecimiento consta del jefe, de tres contralores, cuatro señoras oficinistas, diez cocineras, veinticinco criados y multitud de dependientes, hasta el número de ciento diez individuos.
Otras ciento me puedes matar, respondió el baron, pero no te has de casar con mi hermana miéntras yo viva. Donde se da fin á la historia. En lo interior de su corazon no tenia Candido ganas ningunas de casarse con Cunegunda; pero la mucha insolencia del baron le determinó á acelerar las bodas, sin contar que la baronesita le apretaba tanto, que no las podía dilatar mas.
Palabra del Dia
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