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Actualizado: 28 de junio de 2025
Ahora dicen que van a dar vista a don Pablo, y cuando él tenga vista nada tienes tú que hacer en Socartes. ¿Qué te parece mi idea?... ¿No respondes? Pasó algún tiempo sin que la Nela contestara nada. Preguntó de nuevo Celipín, sin obtener respuesta. Duérmete, Celipín dijo al fin la de las cestas . Yo tengo mucho sueño. Como mi talento me deje dormir, a la buena de Dios.
Enteras constituyen el armazón y piés derechos de las casas ordinarias del indio, para formar balsas, en las que se hace el tráfico por los ríos, acueductos, vasijas de todas clases, cestas, muebles, aparatos de pesca, puentes, armas, cuerdas, y hechas tiras tejen unos tabiques que en el país son irreemplazables.
Todos los años se repiten las mismas gracias, con igual éxito y causando idéntica algazara y regocijo. Pero el jueves de Comadres es el día señalado entre todos para divertirse y echar abajo los talleres. Desde por la mañana llegan las cestas con los disfraces; y obtenido el permiso para bailar y formar comparsas, las oscuras y tristes salas se trasforman.
Nosotros velamos su sueño, y ¡qué demonio!, no es faltarles al respeto si nos permitimos alguna libertad. Vaya, compañero, ya va obscureciendo: juntemos las cenas. Y los dos vigilantes cenaban en el crucero, extendiendo sobre los peldaños de mármol las viandas de sus cestas.
Yo no digo que no pidan los de Bargas; pero no van a otros pueblos a pedir. Ha pasado otra estación y las viejas han descendido con sus cestas y sus sacos. Y yo me quedo solo en el coche. A lo lejos, sobre la línea del horizonte, destacando en el azul límpido, aparece el enorme castillo de Barciense, y al pie resaltan los puntitos blancos de las casas enjalbegadas. Llego a Torrijos.
Aquellas frases iban poco a poco resolviéndose en palabras sueltas, después en monosílabos; oíase un bostezo, otro, y al fin todo quedaba en plácido silencio, después de extinguida la luz, a cuyo resplandor había enriquecido sus conocimientos el capataz de mulas. Una noche, después que todo calló, dejose oír ruido de cestas en la cocina.
Las mujeres, vestidas ligeramente, con sólo una falda de percal, mostrando los brazos desnudos por debajo del pañuelo cruzado sobre el pecho, se encargaban de las cestas de provisiones, admirándolas con alabanzas para el rumboso señorito. El capataz elogiaba la calidad de los fiambres y de las aceitunas, que servían para excitar la sed.
Palabra del Dia
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