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Actualizado: 18 de junio de 2025


Vive, pues, el pobre enamorado cavilando en los misterios que guardan aquellas paredes, y envidiando á la criada de Amparo, sólo porque oye hablar, porque ve comer, porque ve dormir, porque conoce al dedillo, en suma, á la esfinge de su existencia.

Aquella noche fue también mala para Fortunata, pues se la pasó casi toda cavilando, discurriendo sobre si el otro se acordaría o no de ella. Era muy particular que no le hubiese encontrado nunca en la calle. Y por falta de mirar bien a todos lados no era ciertamente. ¿Estaría malo, estaría fuera de Madrid?

Dejémosle cavilando y discurriendo el medio más atinado de lograrlo, y adelantémonos nosotros, penetrando invisibles en casa de nuestras heroínas y conociéndolas antes que el Conde.

San Pablo fué también el apóstol áspero de la castidad. Más vale casarse que abrasarse; pero la castidad es madre de la fortaleza. Una noche de insomnio, meditando y cavilando sobre lo que habría sido de Angustias, creí oír una voz interior, una voz que resonaba con misteriosa certidumbre: «Esa mujer está perdida. A esa mujer la has perdido .

La diferencia está en que nosotros sabremos la causa en el capítulo siguiente y don Braulio se quedará a obscuras y cavilando. Todas las presentaciones se hicieron con las ceremonias debidas, según la liturgia de la sociedad elegante.

Doña Blanca no se calló sobre este punto, y varias veces manifestó al fraile su extrañeza; pero el fraile le contestaba: Hija mía, piensa lo que se te antoje. Yo no quiero calentarme la cabeza explicándotelo. Bástete saber que yo tengo á D. Fadrique por muy amigo, aunque incrédulo, como él me tiene por muy amigo, aunque fraile. Cavilando en ello me asusto, y prefiero no cavilar.

Así, sobre poco más o menos, andaba yo cavilando, cuando deberes de familia me llevaron al riñón de la provincia de Córdoba; a una dichosa comarca donde el color local provincial está difundido a manos llenas por la Naturaleza pródiga e inexhausta en sus varias creaciones.

El amor es el maestro, la pena es el domesticador, y el tiempo es el médico del corazón humano. Mientras las máquinas se movían, el viento rugía y el agitado mar se sacudía violentamente, yo me paseaba de arriba abajo, cavilando, confundido en la carta de juego que llevaba en mi bolsillo, y reflexionando en todo lo que había sucedido.

Si, en su negra ingratitud, no quiere seguir los consejos de su madre, tan llena de ternura que se inquieta sólo por él, que pasa las noches cavilando y atormentándose... Y se frotó los ojos con su delantal, como si hubieran estado llenos de lágrimas. ¡Pero Enriqueta! volvió a decir él. ¡Adalberto, no me contradigas!

Palabra del Dia

rigoleto

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