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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Hablan de ciertas visitas de Hombres-Montañas que yo considero apócrifas. Pero con certeza puede decirse que llegaron á esta tierra unos catorce seres de tal clase en distintas épocas de nuestra historia. De esto hablaremos más detenidamente, si el destino nos permite conversar en un sitio mejor y con menos prisa.

Mi querido amigo: La cariñosa carta de usted me mueve á escribirle de nuevo, y no poco. Si usted no hubiese escrito ya en verso y en prosa muchas cosas buenas, y si usted no diese esperanzas fundadísimas de escribir otras mil infinitamente mejores que los catorce sonetos, tendría usted razón en decir que yo le mataba.

El drama no había de durar más de catorce o quince minutos, la acción había de ser tan tremenda como rápida, y, salvo los comparsas y personajes mudos, sólo habían de figurar en él seis interlocutores, tres varones y tres hembras, todos los cuales habían de morir de desastrada y violenta muerte en la misma escena.

Según opinión de los más, quería con esto fingirse loco para salvar el cuello: tal vez catorce meses de aislamiento en un calabozo, esperando a todas horas la muerte, habían acabado con su escaso seso de fiera instintiva.

Y tan agradecido era el buen hombre al comercio español, que enviaba a los de acá su retrato y los de sus catorce mujeres, unas señoras tiesas y pálidas como las que se ven pintadas en las tazas, con los pies increíbles por lo chicos y las uñas increíbles también por lo largas.

Con esto el chico á los catorce años era un pilluelo que, en vez de ayudar á los gastos de la casa, sacaba de ella de un modo ó de otro cuanto podía. Acompañado de otros pícaros de su misma edad, vagaba por las tabernas, entregando todas sus horas al vino y al juego.

Naturalmente contra las partículas de poder diabólico en los sortilegios, daños, encantamientos y maleficios, bastaban las partículas de poder divino contenidas en las bendiciones, el bautismo, las reliquias y escapularios, o el puño en cruz; como basta el puño en cuernos contra la jettatura o el catorce contra el trece.

Solo era permitido comer carne á los muy ancianos, y á los niños que tambien vivian en los monasterios como oblatos ú ofrecidos por sus padres, menores de catorce años.

El hombre de Bisusalde a quien llamaban el capitán era un marino inglés, que vivía con su hija, muchacha de catorce o quince años, y un criado, llamado Allen. Algunos aseguraban que el viejo había sido pirata; pero esto, según la mujer de la venta, eran ganas de hablar. El inglés daba lecciones de su idioma y solía ir todos los días a Elguea, donde tenía varios discípulos.

Y de este modo han sabido unir a la utilidad la belleza, puesto que su caza es un deporte airoso. Ron vive en una confortable casa; tiene catorce centímetros de larga y seis de ancha. Son de cartón sus muros, es de cristal su techumbre. El interior es blanco. Y en la blancura, Ron va y viene gallardo y se destaca intenso.

Palabra del Dia

hociquea

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