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Actualizado: 28 de junio de 2025
En su boca bestial se sucedían rápidamente salvajes contracciones de cólera y perrunas sonrisas. En los días de «spleen» mordía y quebraba cuanto hallase a su alcance. Muy prudentemente, Catalina lo tenía pues encerrado en una sólida jaula de hierro, al menos hasta que se mostrase más tranquilo y sociable.
Si la ambición de doña Catalina hubiera sido otra, Quevedo hubiera tenido esperanzas de dominarla. Para con doña Catalina no había otro dominio que el amor, y estaba escarmentada, recelosa. Dime, don Francisco dijo doña Catalina sentándose sobre sus rodillas : ¿es cierto que tú sueñas grandezas?... ¿Yo?... ¿Que, porque las sueñas, te sirves de la soberbia y de la locura del duque Osuna?
A ella se le antojaban extravagancias, porque desde niña tenía un instinto de orden y tranquilidad y le parecía mal que Martín fuese tan loco. Los Ohandos eran dueños de un jardín próximo al río, con grandes magnolias y tilos y cercado por un seto de zarzas. Cuando Catalina solía ir allí con la criada a coger flores, Martín las seguía muchas veces y se quedaba a la entrada del seto.
Ni menos le remordería la conciencia por haber excitado con sus consejos y amonestaciones a la matanza de la noche de San Bartolomé, ni por haberse holgado de ella extremadamente, escribiendo a la reina Catalina: ¡bien ha mostrado Vuestra Majestad lo que tenía en su cristiano pecho!
Ana, sola con su padre, oye de sus labios consejos sensatos para que arregle á ellos su conducta; pero le contesta con frialdad y menosprecio, porque se avergüenza de su nacimiento. Carlos con Ana. Júranse muchas veces perpetuo amor, y los dos se dan las manos como para un casamiento secreto. Por una parte, llegan el rey Enrique con Wolsey, y por otra, Catalina con su séquito.
Villaverde se regocija de cuando en cuando, y tiene sus fiestas y sus paseos populares. No siempre ha de estar triste y malhumorada. El día tres de Mayo acuden los villaverdinos a la herbosa alameda de Santa Catalina.
La descripcion de este viage, una de las partes mas interesantes del poema, los amagos de una tempestad, y los estragos del hambre que estallò en Santa Catalina, son pinturas animadas de los incidentes de una larga navegacion.
Martín contaba bromeando a Catalina la boda de Bautista y de la Ignacia, en Zaro, el banquete celebrado en casa del padre del vasco francés, el discurso del alcalde del pueblecillo... Carlos desfallecía de cólera. Martín le había impedido conquistar a la Ignacia y deshonraba, además, a los Ohandos siendo el novio de su hermana, hablando con ella de noche.
Febrer se lanzó por el camino que le franqueaba esta habilidad femenil. ¡Antipática!... No, Catalina.
Hemos recogido no pocas vacas y cabras en las cercanías, y será preciso batirse para que lleguen sanas y salvas a la ciudad. Hasta la vista, madre mía, mi querida Luisa, papá Juan Claudio; abrazo a todos con efusión, como si les tuviera entre mis brazos.» Al acabar la lectura, Catalina Lefèvre se enterneció. ¡Qué buen muchacho! exclamó la anciana ; no atiende mas que a su deber.
Palabra del Dia
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