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Actualizado: 11 de junio de 2025


Otras veces entraba la gente en el jardín para proporcionar algunas ganancias al señor Esteban. Las devotas le encargaban ramos para sus imágenes o compraban tiestos de flores, creyéndolos preferibles a los de los cigarrales, por ser de la Iglesia Primada. Las viejas pedían ramas de laurel para guisos y medicinas caseras.

En el número cinco vivían los de Castrillo, cinco hermanos y cinco hermanas, que tenían tertulia y comedias caseras; la casa de Castrillo era uno de los focos del romanticismo del pueblo; allí se escribía el periódico anónimo y clandestino, que después se metía por debajo de las puertas.

Martínez comprendió que había asomado la oreja lugareña bajo la piel del ministro cortesano, y entró en materia, dejando a un lado compasivos preámbulos y recetas caseras. Siento entonces venir a aumentarle a usted la jaqueca; pero el negocio es grave y urgente...

No estaban solos; había con ellos una vieja decrépita, cubierta la cabeza con la blanca toca de las caseras vascongadas, esforzándose por cargar en sus hombros, ayudada de los novicios, un pesado haz de leña que había puesto en el suelo para tomar alientos un instante y descansar.

Estaba en un mundo nuevo y las mujeres de la ciudad, aquellas que él trataba en las tertulias caseras, le parecían seres de otra raza, viviendo lejos, muy lejos, en otro extremo de la tierra, de la que le separaba la inmensa sábana de agua. Vamos, señor testarudo; habrá que tratarle a usted como a un bebé.

Las mujeres guardan la casa, preparan la comida, trasquilan las ovejas, ordeñan las vacas, fabrican los quesos y tejen las groseras telas de que se visten; todas las ocupaciones domésticas, todas las industrias caseras las ejerce la mujer; sobre ella pesa casi todo el trabajo, y gracias si algunos hombres se dedican a cultivar un poco de maíz para el alimento de la familia, pues el pan es inusitado como manutención ordinaria.

Yo le hablé entonces, con detalles, de las comedias caseras, que había tenido ocasión de ver en París y en San Petersburgo; luego no queriendo abusar de mi favor, me levanté bruscamente, declarando que pretendía inaugurar sin demora mis funciones, por la exploración de un gran cortijo situado á dos leguas escasas del castillo.

Vestía un hábito de jerga corto, sobre los hombros un pañuelo de lana azul, y por bajo del vestido que tenía levantado, como acostumbran las mujeres durante ciertas haciendas caseras, se veían dos piernas rechonchas con medias azules, y dos pies redondos y abotargados, metidos dentro de dos zapatos gruesos y de un color indefinible.

Pues, señor, usted es cómico, y bueno. ¿Usted ha representado anteriormente? ¡Vaya! En comedias caseras. He alborotado con el García y el Delincuente honrado. No más, no más; le digo a usted que usted será cómico.

El uno valía para vencer y reducir á la obediencia á los rebeldes; el otro para gobernar sabia y blandamente á los sumisos. Con esto se aquietaba Doña Antonia y vivía en santa y dulce paz con su hija, á quien había enseñado todas sus habilidades caseras, reconociendo la maestra, sin envidia y con júbilo, que casi siempre se le aventajaba ya la discípula.

Palabra del Dia

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