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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Miento, que no concluye aún la fiesta: que a don Juan Manuel Rosas se le ha antojado llamar a sus enemigos presentes y futuros salvajes, inmundos unitarios, y uno nacerá salvaje estereotipado allí dentro de veinte años, como son federales hoy todos los que llevan la carátula que él les ha puesto. ¡Cómo se reirá en sus adentros ese miserable de la imbecilidad de los pueblos!

Al ver a su discípulo rojo de vergüenza y oírle hablar en un tono de humilde arrepentimiento, perfectamente nuevo y desconocido en aquella clase, que él llamaba de «indios rebeldes», monsieur Jaccotot sintió intensa sorpresa... ¿Qué insólito caso se le presentaba?... Dispúsose pues, a leer el manuscrito y dio rápidamente vuelta la página de la carátula.

Don Paco, sereno y decidido, se apartó a un lado, brincó y salvó el bulto y sacudió otra vez tan fiero garrotazo en los lomos del de la carátula, que le hizo caer en el suelo boca abajo. Tendido ya en el suelo el bandido, don Paco se ensañó algo, y sin compasión le dio cuatro o cinco palos más. Como no se quejaba ni rebullía, don Paco le creyó muerto.

El tendero murciano conoció la tontería que había hecho, pero conoció igualmente que tenía fácil enmienda, y explicó al de la carátula que los papelitos que allí escribiese y firmase ningún valor tendrían, porque habían de ir, para que valiesen, en hojas dispuestas de cierto modo y arrancadas de un librejo que él se había dejado en casa. Nada le valió con todo para apaciguar al de la carátula.

El de la carátula retrocedió para evitar nuevo golpe, y aunque magullado por el que había recibido, sacó de la faja que rodeaba su cintura una truculenta navaja de Albacete, de las de virola y golpetillo, de las que llevan la inscripción: Si esta víbora te pica no hay remedio en la botica;

Y juzgando don Andrés que la verdad era el mejor disimulo en este caso, contó a Serafina, para que se lo refiriese a su ama, que don Paco, después de haber vagado por extravagancia y capricho, descubrió el secuestro del tendero murciano, y que para libertarle, y aun para defender la propia vida, tuvo que apalear al hijo del herrador, sin conocerle hasta después, porque llevaba carátula.

Más de una vez, los ministros a quienes se presentó experimentaron los efectos de fascinación que aquella carátula ejercía sobre el vulgo, y le tomaron por una eminencia no comprendida. Cráneo y entrecejo eran un timo frenopático. Siempre que discutía tomaba un tono tan solemne, que muchos incautos le miraban con respeto.

Cada mujer fué para un romance, cada hombre una sátira, cada día un maestro, cada año un libro. Díjome la historia que siempre ha habido tiranos y esclavos, y que la vanidad, y la codicia, y la soberbia han escrito con sangre sus anales; quise quitar la carátula á la verdad y se la quité á medias, porque lo que vi, me dió miedo de ver lo que ver no quise.

Luis, entusiasmado por la admiración de las dos muchachas sentadas junto a él, quiso mostrarse en toda su grandeza heroica, y repentinamente arrojó una copa a la cara del Chivo, que estaba enfrente. La fiera del presidio contrajo su carátula feroz e hizo un movimiento para incorporarse, llevándose una mano al bolsillo interior de la chaqueta.

A la luz del candil se llegó don Paco al que estaba boca abajo tendido por el suelo y le puso boca arriba. La carátula se le había caído. Don Paco y don Ramón se quedaron absortos al reconocer a Antoñuelo. Por dicha no había recibido ningún garrotazo en la cabeza; pero estaba derrengado, molido y lleno de contusiones.

Palabra del Dia

atormentada

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