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Fueron sin duda africanos los amines de Almanzor. Dieron á estos arcos, y á los de la pieza baja ó tesoro, los festones de lóbulos que tan gallarda y viciosamente disfrazan el verdadero objeto de estas curvas, convirtiéndolos en orlas de cintas y nexos de encaje, y solo respetaron las antiguas columnas y sus capiteles románicos.

Encontraba yo una especie de voluptuosidad severa en errar por aquel gran santuario vacío, repleto de los llantos, de los gemidos y de las plegarias de las generaciones muertas, y allí me estaba apoyado en un pilar, con los ojos vagos y la mente más vaga todavía, saboreando impresiones de una poética melancolía, cuando un rayo de luna, surgiendo de uno de los rosetones del crucero, atravesó el espesor de las tinieblas y trazó en ellas un surco de luz pálida y temblorosa que hizo aparecer la sublime altura de la bóveda y destacarse las esbeltas columnas de pesados capiteles esculpidos... Fue un efecto de incomparable belleza.

El humo de estos quinqués, el humo de los cigarros, el humo del café habían causado considerable deterioro en el dorado de los espejos, en el amarillo de los capiteles, en los jaspes y en el friso clásico. Solo por tradición se sabía la figura y color de las pinturas del techo, debidas al pincel del peor de los discípulos de Maella.

Sostienen la techumbre 32 columnas octógonas, estucadas, en cuatro filas iguales, y sobre sus capiteles se alzan 28 arcos en herradura, con bellos arabescos, los cuales apoyan otros órdenes de columnitas preciosas, pareadas, que soportan inmediatamente los artesonados.

Cuatro columnas de marmol de tres varas y tres cuartas de alto y cerca de media vara de diámetro con sus basas y capiteles. Una tabla de jaspe labrado para mesa tendida en el suelo de dos varas y media de largo, tres cuartas y media de ancho y cuatro dedos de grueso quebrada por varias partes.

Salgo de la plaza. La calle es recta. A uno y otro lado se alzan los negros caserones con sus rejas gruesas y balcones volados. Y otra iglesia, también ruinosa, también cerrada para siempre, muestra su fachada con medallones y capiteles clásicos... Andando, andando, doy con el campo.

Bien probaron su suficiencia y habilidad aquellos mencionados artistas italianos en la ejecución de tantas peregrinas invenciones arregladas «al romano», según decían por entonces en España, conque adornaron la archivolta del arco de medio punto, principal entrada de la casa, así como el entablamento que corría encima, con su piso no menos delicado y peregrino, sustentado por dos pilastras pareadas, con capíteles del orden corintio, las cuales alzábanse sobre proporcionados pedestales.

Todas las columnas, rojas ó amarillas, tenían capiteles de diversos colores. Predominaba en los muros el negro charolado con el rojo y el ámbar, ocupando su centro un pequeño cuadro, las más de las veces erótico. En los frisos cabalgaban amores y tritones entre emblemas campestres y marítimos.

Compónese de dos cuerpos de estilo plateresco, y luce maravillosos trabajos de escultura, así en los capiteles de sus elegantes pilastras como en los camafeos que adornan los netos, en las estatuas amparadas de sus graciosas hornacinas, y en los soberbios escudos de armas que pregonan el apellido del fundador de tan insigne monumento.