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Actualizado: 15 de noviembre de 2025
Un momento, compañero interrumpió el sargento ; he estado en Egipto e Italia como usted, pero la campaña que acabamos de terminar es completamente especial. ¡Qué! ¡Ha sido muy dura! ¡Dura! Era preciso ser de bronce para no dejarse allí los huesos. Todo se ha vuelto contra nosotros: las enfermedades, los traidores, los campesinos, la gente de la ciudad, nuestros aliados; en fin, todo.
Por otra, interesan mucho al extranjero los grupos de campesinos que estacionan á orillas de la calle y al derredor de las fuentes, vendiendo sus frutas y provisiones: gentes de fisonomías candorosas y amables, sobre todo las mujeres, ataviadas del modo mas original.
Absorto en sus recuerdos, sorprendióle la repentina aparición de un hombre vestido como los campesinos del país, alto y vigoroso, que le interceptó el paso enarbolando largo y nudoso bastón. ¡Ni un paso más! gritó el desconocido. ¿Quién eres que así te atreves á poner el pie en este bosque? ¿Qué buscas y á dónde vas?
El mal éxito de su tentativa no lo aparta de persistir en su empeño. Sus diversos proyectos de llegar hasta Isabel, y la serenata que la da, inspiran á Crespo y á su hijo la más viva inquietud, llegando tan lejos la osadía del capitán, que surgen altercados formales entre los campesinos y los soldados, formando partido los unos por Crespo y los otros por Alvaro.
Los campesinos del lago Copais guardaban un recuerdo vago de la batalla de Cefiso, que dió fin al ducado franco de Atenas. «Que la venganza de los catalanes te alcance», fué durante varios siglos en Grecia y en Rumelia la peor de las maldiciones.
Así, pues, vimos á Priessnitz , después de las bacanales de la Restauración, imponer á la alta aristocracia de Europa la más ruda penitencia, alimentarla con el pan de los campesinos, tener en pleno invierno á las más delicadas señoras bajo las cascadas de agua de nieve, en medio de los pinares del Norte, en un infierno de frío que, por reacción, truécase en uno de fuego.
En esa época, no era raro que en los distritos de provincia se procediera como lo hacía Marner; era cosa sabida que había campesinos en la parroquia de Raveloe, que guardaban sus economías en sus casas, probablemente escondidas en sus colchones de lana; pero sus místicos vecinos, bien que no fueran todos tan honrados como sus antecesores de los tiempos del rey Alfredo, no tenían imaginación bastante atrevida como para premeditar un robo con efracción.
Esta delicadeza de los campesinos nos encantó; no hemos sabido jamás a qué choza pertenecían los autores del anónimo presente.
Eran las ocho y media. Todos los parisienses conocen este lindo grupo de doscientas casas cuyos habitantes son más ricos, más limpios y más instruidos que la generalidad de los aldeanos. Cultivan la tierra como jardineros, y no como campesinos, y los campos de su término parecen en primavera un pequeño paraíso terrenal.
Sorprendido y con el corazón lleno de amargura, se quedó Francisco un momento solo en la sala desnuda y vacía, escuchando el pesado andar y las risotadas de los campesinos que bajaban atropelladamente la escalera y percibiendo en medio de aquel ruido esas palabras dichas con burlona voz: «¡Muy bien! ¡Maltrecho y sin palabra, le ha dejado Simón a ese orgulloso parisiense!»
Palabra del Dia
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