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Actualizado: 15 de junio de 2025


No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego, antes que otra desgracia sucediese. Y así, llegándose a él, se desculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna; pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento.

Salían de casa a la hora en que correteaban por las calles los grupos de criadas, con sus faldas almidonadas y al cuello el ondeante pañuelito de seda, seguidas por los soldados de caballería, de escandalosas espuelas, torpe paso y embarazados por el sable, como si fuese un pesado garrote. Sus diversiones eran siempre las mismas.

Un tufillo grasiento de sopa matinal iba esparciéndose entre los perfumes resinosos de los árboles y el olor de la tierra mojada. Largos barracones de madera y cinc servían á la caballería y la artillería para guardar el ganado y el material. Los soldados limpiaban y herraban al aire libre los caballos, lucios y gordos. La guerra de trincheras mantenía á éstos en plácida obesidad.

Cargan, y como la fuerza enemiga fuese mucho mayor, la línea se reconcentra, se oprime, se embaraza y se rompe, en fin; muévense los españoles en este momento, y la derrota se pronuncia en aquella enorme masa de caballería.

A esto replicó el escudero: -Señor, ya que estas desgracias son de la cosecha de la caballería, dígame vuestra merced si suceden muy a menudo, o si tienen sus tiempos limitados en que acaecen; porque me parece a que a dos cosechas quedaremos inútiles para la tercera, si Dios, por su infinita misericordia, no nos socorre.

-Yo agradezco tu buena intención, amigo Sancho -respondió don Quijote-, mas quiérote hacer sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras; porque de otra manera, sería contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna, pena de relasos, y el hacer una cosa por otra lo mesmo es que mentir.

Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de caballería que esperaba. Admiráronse de tan estraño género de locura y fuéronselo a mirar desde lejos, y vieron que, con sosegado ademán, unas veces se paseaba; otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos en las armas, sin quitarlos por un buen espacio dellas.

Allí fué el duro batallar, allí las repetidas cargas de caballería; ¡pero todo inútil! Aquellas enormes masas de jinetes que van a revolcarse sobre los ochocientos veteranos, tienen que volver atrás a cada minuto, y volver a cargar para ser rechazados de nuevo.

En resolución, ¡viva la andante caballería sobre cuantas cosas hoy viven en la tierra! ¡Vivan en hora buena -dijo a esta sazón con voz enfermiza maese Pedro-, y muera yo, pues soy tan desdichado que puedo decir con el rey don Rodrigo: Ayer fui señor de España... y hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía!

Muy satisfecho el Conde de este plan, que le hace concebir las esperanzas más risueñas, se apresura á avisar á García la visita que le aguarda, advirtiéndole al mismo tiempo que no se por entendido de su aviso. Como García no ha visto nunca al Rey, el Conde le dice que lo conocerá por una gran banda encarnada de una orden de caballería que lo distingue.

Palabra del Dia

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