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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Teniendo algunos antecedentes de que se dará una batalla, ó se hostilizará alguna plaza, paréceme que he oido cañonazos, y me quedo con la creencia de que ha comenzado el fuego. Noticias posteriores me hacen saber que no se ha disparado un tiro; ¿quién tiene la culpa de mi error? no mi oido, sino yo.
Para esto fué preciso abrir la ventana: en el momento que lo hice, aunque abrigado por ella, sentíme como envuelto en un torbellino, medio ensordecido por la horrible fuerza de un ruido parecido á un cañonazo, á varios cañonazos que sin interrupción hubiesen disparado en mis oídos.
Se conspiraba con el deseo, con las noticias, con las sospechas, con las hipérboles, con las sátiras, con verdades y mentiras, con el llanto tributado a los muertos y las oraciones por el triunfo de los vivos. Tal era Madrid a fines de mayo de 1808, antes de que sonaran los primeros cañonazos de Cabezón y los primeros tiros del Bruch.
El anciano y corajudo virrey disponía escasamente de mil hombres en el Callao, y nótese que, según el censo de 1614, el número de habitantes de Lima ascendía a 25.454. Pero Spitberg se conformó con disparar algunos cañonazos que le fueron débilmente contestados, e hizo rumbo para Paita.
Diógenes dijo que sí, que se batirría, perro como le tocaba la elección de armas, exigió que el duelo fuerra a cañonazos, ¡figúrrate tú!... Paco le envió a decirr entonces que donde quierra que le encontrase le darría de bofetadas; Diógenes contestó que se le acerrcarra si podía... Y se le acerrcó, en efecto. ¿Perro parra qué, Jacobo, parra qué?... Parra que el animal de Diógenes, como es tan grandote, le diese un estacazo que le rrompió dos costillas... ¡Dos costillas!... No creas que exagerro: ¡dos costillas!
Materne enrojeció, y dirigiendo al contrabandista una mirada torva, dijo ásperamente: Puede ser; pero sin los cañonazos del comienzo no hubiéramos tenido necesidad de los del fin; el pobre Rochart y otros cincuenta hombres tendrían sus brazos y piernas, lo cual nada dañaría nuestra victoria.
Yo estaba completamente absorto en aquel asunto de interés íntimo; yo no atendía a la batalla; yo no hacía caso de los cañonazos; yo no me fijaba en los gritos; yo no apartaba del papel los ojos, aunque sentía correr por junto a mis oídos el estrepitoso aliento de la lucha.
La misma tartana de que el valiente Santiago se apoderara al abordaje con un buey y sus cuernos y que el no menos valiente capitán acababa de destruir a cañonazos. Comandante, la marea baja, y si usted no tiene cuidado habrá bajado del todo en un instante repitió el muchacho, y de un trago apuró lo que él llamaba la marea, de modo que su vaso quedó seco . ¡Cómo amo este vino de Francia!
Y estos bravos osaban los mayores atrevimientos, con un fatalismo profesional, confiándose al destino. En las tertulias del café contaban lentamente algunos capitanes sus encuentros en el mar, la aparición inesperada del submarino, el torpedo que marraba su blanco por unos metros, la fuga á todo vapor, recibiendo los cañonazos de la persecución.
Me lo ha comprado un «nuevo rico». Yo, con la guerra, voy á ser un «nuevo pobre». Tú sabes, Atilio, lo que me pasa desde que empezó esta pelea de naciones. A los primeros cañonazos me enviaron de Rusia la octava parte de las rentas que tenía en tiempos de paz: luego, mucho menos. La revolución todavía recortó de un modo alarmante mis ingresos.
Palabra del Dia
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