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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Parecida á una tela sedosa que se despliega, el lienzo líquido se desprende de la arista de la roca y se curva por encima de un negro corredor, en el fondo del cual bullen las aguas en torbellino. La base de la catarata es un caos de espuma. La masa que cae se deshace en olas que chocan entre sí, dirigiéndose en tumulto hacia el chorro enorme contra el que se precipitan como para escalarlo.
Mucho gustó al doctor oírla, y más aún observar la dulce claridad que, difundiéndose por los espacios antes oscuros, hacía revivir cielo y tierra, cual si se los sacara de la nada. Fiat lux dijo descendiendo . Me parece que acabo de salir del caos primitivo.
Llegado á la salida de los altos desfiladeros, en una zona de temperatura más suave, el ventisquero no puede continuar en estado cristalino: se convierte en agua y suelta su carga de piedras. Todas éstas se desploman, formando caos inmenso, como una barricada en el valle; y en la extremidad de muchos ventisqueros se ven verdaderas montañas de piedras mal sostenidas en sus escarpas.
No vuelvo de mi sorpresa. ¿En qué estriban la esperanza y la alegría? ¿A qué desesperarse, cuando se resuelven tan bien las cosas, sin que uno tenga arte ni parte en el arreglo? Pero ¿por qué estoy tan alegre cuando mi porvenir no está decidido todavía, y cuando creo que es imposible amar dos veces? ¡Qué caos, mi cura! En este mundo todo es misterio, y el alma un abismo insondable.
Una selva de escolleras madrepóricas que los zoófitos extienden cada vez más y que van gradualmente subiendo hasta la superficie del agua, y un caos de islotes y de islas que hacen dificilísima la navegación, hasta a los barcos de más pequeño calado: tal es el Estrecho. Además, los habitantes de aquella tierra tienen pésima fama.
¿Pues no da lástima me decía otro batueco días atrás, ver la confusión de papeles que se cruzan y se atropellan por todas partes en esos países que se llaman cultos? ¡Válgame Dios! ¡Qué flujo de hablar y qué caos de palabras, y qué plaga de papeles, y qué turbión de libros, que ni el entendimiento barrunta cómo hay plumas que los escriban, ni números que los cuenten, ni oficinas que los impriman, ni paciencia que los lea! ¿Y con aquello se han de mantener un sinnúmero de hombres, sin más oficio ni beneficio que el de literatos?
Puede quedarse en él... ¿Quiere usted ponerle la Santa Unción? Ni las ideas del enfermo, ni el caos que reinaba en aquel momento en su cabeza le estimulaban a hacerlo. Sin embargo, el P. Gil abrió como un autómata la caja de los óleos y se dispuso a imponer el último sacramento a su desdichado amigo. Hubo que alzar un poco la ropa para ungirle los pies.
En el entendimiento de la Señana se verificaba una espantosa confusión de ideas, un verdadero cataclismo intelectual, un caos, al considerar que aquellas piedras blancas y finas eran el sepulcro de la Nela. Si ante la Señana volara un buey o discurriera su marido, ya no le llamaría la atención.
A un lado, presenta el Guaporé el símbolo de la quietud: bosques sombríos se extienden hasta el borde de sus cristalinas aguas, las que corren con lentitud y magestad: al otro, me ofrecia el Mamoré la imágen del caos y de la instabilidad de las cosas.
Posible es que de tamaño caos, después de estudiar mucho y devanarse los sesos, saquen los sabios alguna luz para la historia de las supersticiones, ritos, doctrinas, cultura y modos de vivir, en los tiempos más obscuros, sobre todo para la Europa latina, ó sea desde el siglo V al X.
Palabra del Dia
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