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El oro, la plata, el cobre, el acero y todos los metales bajo mil formas, brillan donde quiera en moles tentadoras para la multitud, miéntras que los diamantes, todas las piedras preciosas conocidas y los cristales de imitacion, incrustados en una joyería de inagotable variedad, multiplican los reflejos de la iluminacion, dándoles á las calles no qué aspecto de fantasmagoría hechicera ó prodigiosa como los cuentos de las Mil y una noches.

Cristeta viene por lo alto de la calle, vestida como él la soñó. Sus enguantadas manos oprimen un grueso devocionario, sujeto con un elástico rojo, y bajo el tul del velo brillan sus rizos de oro. A cada instante vuelve la cabeza hacia atrás. Entonces, don Juan sonríe con orgullo y se dirige lentamente a la puerta. Al cruzar el despacho, lo inspecciona todo por última vez. Nada falta.

Los unos salen á ostentar su grandeza, y brillan á la luz del sol ó de las innumerables centellas de gas que iluminan las calles, persuadidos de que la turba los admira como semidioses.

Pero si al recorrer el mundo, cuando llegues a la edad viril, escuchando tu nombre, algunos ojos brillan con simpatía, algunas manos se extienden hacia ti, será quizá que alguien recuerde todavía los cantos de tu padre. Estréchalas, hijo mío: recibe esta simpatía como una herencia sagrada. Corta es, pero ha sido ganada con alegría y sin mancilla.

Los guijarros están tapizados de musgo de un verde sombrío con plateados reflejos; las delicadas algas que forman el limo, se levantan en pirámides empujadas por las burbujas de aire que se desprenden de la arena y que, parecidas á globos envueltos en inmensos cordajes, brillan como perlas bajo la temblorosa red de fibras.

Interior de una cabaña; Azucena estará sentada cerca de una hoguera; Manrique a su lado de pie. MANRIQUE y AZUCENA AZUCENA, canta. Bramando está el pueblo indómito, de la hoguera en derredor; al ver ya cerca la víctima, gritos lanza de furor. Allí viene; el rostro pálido, sus miradas de terror, brillan de la llama trémula al siniestro resplandor. MANRIQUE. ¡Qué triste es esa canción!

Rafael contempla extasiado un cuadro antiguo de raro mérito; en la escena, el sol se ha ocultado en el ocaso, las sombras van cubriendo la tierra, descúbrese en el firmamento el cuadrante de la luna, y algunas estrellas que brillan como antorchas en la inmensidad de los cielos.