Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 29 de julio de 2025


Señora, no se incomode usted por eso, le dijo el que á su lado tenía. ¡Ah! les aseguro á ustedes que no vuelvo á hacer estas cosas en casa; ustedes no saben lo que es esto; otra vez, Braulio, iremos á la fonda y no tendrás... Usted, señora mía, hará lo que... ¡Braulio! ¡Braulio!

Sin etiqueta, señores, exclamó Braulio, y se echó el primero con su propia cuchara. Sucedió á la sopa un cocido surtido de todas las sabrosas impertinencias de este engorrosísimo, aunque buen plato: cruza por aquí la carne; por allá la verdura; acá los garbanzos; allá el jamón; la gallina por derecha; por medio el tocino; por izquierda los embuchados de Extremadura.

Desgraciadamente no tardé mucho en conocer que había en aquella expresión más verdad de la que mi buen Braulio se figuraba. Interminables y de mal gusto fueron los cumplimientos con que para dar y recibir cada plato nos aburrimos unos a otros. Sírvase usted. Hágame usted el favor. De ninguna manera. No lo recibiré. Páselo usted a la señora. Está bien ahí. Perdone usted. Gracias.

Viéndole cuchichear a menudo con Rosita y estar en la casa con más desenfado que los otros, don Braulio, pasándose de listo en esta ocasión, hizo un arreglo allá en su mente, y decidió que el Conde de Alhedín representaba en aquella casa el papel que en realidad representaba el poeta Arturo.

¡Ah! les aseguro a ustedes que no vuelvo a hacer estas cosas en casa; ustedes no saben lo que es esto; otra vez, Braulio, iremos a la fonda, y no tendrás... Usted, señora mía, hará lo que... ¡Braulio! ¡Braulio!...

En esta cuestión estaban, cuando llamó a la puerta don Braulio, y entró luego en el cuarto, interrumpiendo a las dos hermanas. El hombre era según se le habían descrito al Conde de Alhedín: flaco, calvo, pequeño de cuerpo, nada bonito; y, aunque sólo tenía cuarenta y cinco años, parecía tener diez más, porque el trabajo, los cuidados y los disgustos le habían envejecido.

Pronto notó don Braulio que, aunque no conociera a nadie, no era lo mismo pasear solo que acompañado por mujeres tan guapas. Aquello distaba mucho de parecer un desierto. Con frecuencia, sobre todo al pasar grupos de hombres, llegaban a los oídos de don Braulio vagos murmullos lisonjeros, y de vez en cuando palabras y hasta frases enteras de admiración y de encomio.

Don Braulio se serenó siguiendo los consejos de su mujer: procuró reír y mostrarse contento, y hasta excitó a su mujer y a Inesita a que se divirtieran. De esta suerte llegaron a los Jardines, tomaron billetes y entraron. Aquella noche había en los Jardines más gente que de costumbre.

Allá en su conciencia, con todo secreto, se declaraba a propio nuestro don Braulio que, de ser mujer, estaría él muy a punto de enamorarse de un guapo mozo que tuviese dichas habilidades.

Su anhelo, aunque la llevase hasta el extremo más lastimoso para él, era, según él, fundado, y sobre fundado, involuntario, fatal, preciso. Don Braulio se culpaba a mismo, y no culpaba a doña Beatriz. ¿Por qué doña Beatriz le había amado? ¿Por qué se había casado con él?

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando