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Al fin cesaron los disparos y el submarino se borró del campo de visión de los anteojos, hasta sumergirse enteramente, cansado de una persecución inútil. ¡No me ocurrirá más! volvió á repetir el capitán . ¡No me atacarán otra vez impunemente! Luego pensó que este submarino había marchado contra él sabiendo quién era. Llevaba pintado en los costados de su buque los colores de España.

Y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo.

Su imagen, grabada en mi alma, se borró y desapareció no bien vino tu imagen a estamparse en ella, como sello y marca de esclavitud que la hace tuya para siempre. Ni el temor de la maledicencia; ni el odioso pensamiento de que hasta mismo pudieras menospreciarme y tenerme por liviana, nada me contuvo.

Los ojos del revolucionario se mostraron más lacrimosos y brillantes detrás de las gafas azuladas. ¡Mamá!... Su gesto, sonriente y bondadoso, se borró bajo una contracción de dolor. Era su única familia, y había muerto mientras él permanecía en el presidio.

En Filipinas faltaban apellidos y hubo que crearlos; en cambio hasta fecha no remota no existió en aquellos archipiélagos quien se llamara Silvestre, por la sencilla razón de que el rumbo de los primeros navegantes borró un día del almanaque; así que en Filipinas el mes de Diciembre no tenía mas que treinta días, necesitándose que Madrid y Roma intervinieran para enmendar ese desaguisado que á la marcha de los tiempos llevó el libro de bitácora de Legaspi.

Su sonrisa amistosa no se borró y escuchó con tranquilidad á su suegro cuando éste le explicó las antiguas relaciones comerciales Harvey and y Marenval y compañía. Pero cuando Tragomer fué presentado á miss Maud por Sam Weller y se habló del viaje al rededor del mundo realizado por el joven, Sorege observó contrariado que el ganadero manifestaba por Cristián una repentina simpatía.

Pronto se borró por completo. Quedó en tinieblas. Entonces cayó de rodillas y oró con fervor, pidiendo á la Virgen su salvación. Oró hasta que no pudo más y al cabo cayó deshecha sobre el duro suelo y quedó dormida. Y soñó en poco tiempo multitud de cosas. Creía estar en Oviedo en los salones de Valledor. De pronto se abría la puerta, aparecía un hombre y preguntaba por ella.