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Actualizado: 2 de junio de 2025
De esta manera, el maestro ha dado la vuelta al estudio rectificando los lienzos de todas las señoritas y repartiéndoles cumplidos, como se ofrecen bombones a los niños de las escuelas primarias. Todas están encantadas. Pero no acuso bastante los contornos, ¿verdad? LORENZA. ¡Ni acuso bastante los músculos...! ¡Ay! ¡Conozco mis defectos...!
Los bombones, los ramos y las alhajas los adornan con suficiente poesía.
Una mañana se encaprichó en ir a ver la pastillería, y presenció el nacimiento de dos o tres mil pastillas y bombones; otra quiso visitar las subterráneas galerías que encierran los inmensos depósitos del agua, y los formidables tubos por donde asciende a alimentar los baños del establecimiento termal.
Puso manos a la obra, y en menos de diez minutos revoloteaban por el estudio más de una docena de moscas, llevando de una a otra parte el grito subversivo de «¡Muera el padre Bonnet!». La sedición prendió al punto por el amplio recinto, encontrando por todas partes imitadores y aun reformistas; uno puso en rojos papelitos «¡Viva la libertad!», otro se adelantó a poner «¡Abajo los jesuitas!», y un tercero, hijo de un emigrado, destrozó una caja de bombones para estampar en ligero papel azul el grito retrógrado de «¡Viva Carlos VII!»...
Sus dientes castañeteaban a causa del frío y de la impaciencia y tenía sus ojillos fijos en el doctor con la curiosidad inquieta de un niño ante el que se abre una caja de bombones. El señor Le Bris no le hizo esperar. ¿Usted sabe dijo cuál es la situación de la señora de Chermidy? Viuda consolable de un marido al que no ha visto nunca.
La nariz fina, linda, no formada aún completamente, como la de los niños, un poco arremangada; los labios también son infantiles, y parece que exhalan olor a bombones de chocolate.
Por fortuna estos excesos se fueron corrigiendo según avanzaron los ensayos; el primer actor sacó al fin las manos de los bolsillos; la primera dama cesó de engullir bombones y se alzó de la butaca; el barba deshizo el embozo de la capa. Sólo el galán joven persistió cínicamente en hablar al oído a la dama joven y en provocar su risa y en reír él mismo de haberla provocado.
El doctor casi se preocupaba ya más de la duquesa que de la enferma. Su última esperanza era que la hija se extinguiese dulcemente y que la madre se salvase. Hizo su visita a Germana, le tomó el pulso por pura fórmula, le ofreció una caja de bombones, la besó fraternalmente en la frente y pasó a la habitación del señor de La Tour de Embleuse.
El primer actor declamaba con las manos en los bolsillos y dando paseos de un cabo a otro del escenario. La primera dama se estaba arrellanada en una butaca y no cesaba de chupar bombones. Era cosa para hacer perder la paciencia a un santo.
Es incalculable, amigo Ojeda, la masa de confitería que esas muchachas han metido en el vapor. Cada amiga, al despedirlas en París, ha creído su deber aportar el correspondiente cofre. No pasan dos días sin que cada una de ellas le quite la cubierta a un nuevo embalaje de bombones.
Palabra del Dia
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