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Actualizado: 26 de junio de 2025


Gerardo de Nerval, el admirable poeta bohemio, tan desconocido en España, no podía escribir en su casa... cuando la tenía. Si una revista le encargaba un artículo, se iba a cualquier café. Sacaba de su bolsillo el tintero, un montón de plumas, papeles, libros. Era todo su ajuar. Cuando acababa de escribir el título llegaba un amigo inoportuno.

El señor subprefecto, despechugado como un bohemio, estaba echado boca abajo sobre la hierba. Habíase quitado la casaca, y mascando flores, el señor subprefecto componía versos. Al despertarme el domingo último e incorporarme en el lecho, creí, por un instante, que estaba en la calle del Faubourg-Montmartre. Llovía; el cielo estaba gris; el molino triste.

El bohemio de la luz y del espacio piaba como expresando la extrañeza que le producía ver allá abajo aquel pobre ser amarillento y flaco, estremeciéndose de frío en pleno verano, con unos cuantos pañuelos anudados a las sienes y un harapo de manta ceñido a los riñones.

GEMBLIN. ¡ bromeas...! LATRIPE. Se trata de un truco digno de ... Me encontré a un bohemio al que había conocido en el barrio Latino, un tipo asombroso y sabihondo, que se había visto reducido a contratarse en la Casa Marvitz para vivir. Me refirió que iba a dar lecciones de inglés a la pequeña Chadd.

Eso de comer á lo transeunte, á lo bohemio, como si dijéramos al salto de mata, nos fastidia y nos entristece. Hemos llamado á la hija de la lechera, y la hemos encargado salchichon, jamon dulce, sardinas de Nantes, una libra de fresas, un panecillo y una botella de vino Macon. Mientras que la muchacha nos trae los recados, yo escribo esta revista á la manera que se persigna un cura loco.

A Minghetti, que era un bohemio, sin saber de tal epíteto, no le daba vergüenza hablar de su pobreza, ni de las trazas picarescas a que había recurrido muchas veces para salir de atrancos.

Y apoyó vigorosamente sus espuelas en los flancos del caballo que dio una violenta sacudida. Entonces el animal se enderezó bruscamente y dio un salto tan prodigioso, que los dos alguaciles rodaron por el suelo... ¿Que quién soy?... ¡soy el gitano, el bohemio, el maldito, el condenado, si usted lo prefiere, digno alcalde!

Erase una pareja; él, bohemio del Rastro, ojos soñolientos, raído levitín, corbata rota, semejante a una curiosidad más, a algún mueble usado y desvencijado; ella, rubia, flaca, ondulante, ágil como una zapaquilda de desván, al deslizarse entre los objetos preciosos amontonados hasta el techo. Miraban Lucía y Pilar muy entretenidas la heteróclita mescolanza.

Maltrana pensó por primera vez si el gran error de su vida era haberse dejado arrancar del campo de miseria donde nació; si aquella buena señora, su protectora, habría sido, sin saberlo ni quererlo, la mala hada de su destino; si estaba condenado a eterna hambre por soñar con la gloria y haber vestido las raídas ropas del bohemio, cuando su salud consistía en seguir dentro de la blusa de sus mayores.

Repetíanse con frecuencia los ataques de eclampsia, y en uno de ellos podía morir. Bastaba que la respiración se retardase algunos segundos al quedar su organismo contraído por las convulsiones, para que sobreviniese la asfixia. Y , ¿por qué no vas a verla? preguntó el doctor. ¡Para qué! exclamó el bohemio . Sufro mucho; me falta el valor para volver.

Palabra del Dia

lanterna

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