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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Parécense estos á los cazadores, que no llegando á saber cazar las aves y bestias útiles para el mantenimiento del hombre, se emplean en cazar ratones, ó tal vez se hacen cazadores de moscas.

No hay en los alrededores niño ni mujer que no conozca al hermano Vicente. ¡Las estampas que llevo repartidas!... Me paseo por obediencia; hablo con los pájaros, con los perros, con todas las buenas bestias de Dios que me acompañan en el camino; pero ¿dejar de pensar en las cosas santas? no puedo... ¡no puedo!... y peco por desobediencia.

No eran gotas, era un caudal seguido y espeso; las piedras del camino, lavadas y pulidas, se hacían resbalosas y las bestias marchaban con una prudencia infinita.

Desde las 11 de la mañana, el sol comenzó a molestarnos vivamente; las bestias se hacen reacias, la vista se fatiga con la lejana y constante reverberación y una sed implacable empieza a devorarnos. Nos acercamos a una o dos chozas encontradas en el tránsito; pero las buenas mujeres que las ocupaban, nos invitaron a tomar el agua que pedíamos y que nos sería nociva.

Podían apreciar ahora la grandeza del Hombre-Montaña mejor que cuando le veían tendido en el suelo. Los tripulantes de las máquinas voladoras se unieron á esta ovación haciendo evolucionar sus quiméricas bestias en torno del rostro de Gillespie.

Sus cantos hacían que Sebastiana y las otras criadas abandonasen los trabajos en el corral, avanzando lentamente hacia el interior de la casa con la expresión de amansamiento de las bestias subyugadas por la voz y la lira de Orfeo. Una parte del vecindario sentía igualmente esta atracción.

Eran dragones que llegaban para extremar la persecución. Pero sus caballos estaban fatigados; únicamente la fiebre de la victoria, que parecía transmitirse de los hombres á las bestias, sostenía su trote forzado y doloroso. Uno de estos jinetes se detuvo junto á la entrada del parque. El caballo devoró con avidez unos hierbajos, mientras el hombre permanecía encogido en la silla como si durmiese.

El minero desciende al infierno de los tiempos modernos, sin más guía que la chispa de su linterna, y arranca de las capas de las primeras edades reliquias de la infancia de la tierra, los árboles carbonizados que dieron sombra a las monstruosas bestias de la prehistoria.

Los marinos de Salomón aguardaban mar afuera a que las bestias se alejasen en busca de comida, y entonces desembarcaban, y con gran prisa iban cargando las bolas de oro, para hacer al día siguiente la misma operación.

Pero ahora, las matanzas de seres uniformados desviaban su dulce ternura hacia los hombres. Estaban más faltos de cariño y protección que las pobres bestias.

Palabra del Dia

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