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Actualizado: 4 de julio de 2025
El cumplimiento del deber será su objetivo; para conseguir tal fin es indispensable desarrollar en el hombre la voluntad por medio de la cual luchará contra los instintos bestiales, contra los impulsos sentimentales, contra todo lo que se halla en oposición a los dictados de la razón.
Unicamente sobresale entre ellos por su energía, pero esta energía no manifiesta su actividad por ningún generoso impulso, sino movida sólo por egoístas y bestiales apetitos.
Con estos i otros castigos siguió la Inquisicion esparciendo el espanto por Andalucía: de tal manera que las gentes huian á las tierras estrañas, temerosas i con razon de los bestiales é inhumanos hechos cometidos tan sin contradiccion por los jueces del tribunal, llamado Santo.
Tal fué Alfonso de Zamora, primer catedrático de hebreo en la universidad de Alcalá i uno de los que mas trabajaron en la edicion de la Biblia Complutense: el cual, muerto su valedor Cisneros, quedó despojado del fruto de sus sudores i trabajos por las maquinaciones de dos hombres perversos, escudados con la autoridad de uno de los bestiales inquisidores.
Del hombre de hoy, en el que todavía se equilibran las pasiones de la antigua animalidad con el naciente desarrollo del pensamiento, surgiría el ser superior y perfecto soñado por los filósofos, limpio de egoísmos bestiales y atento a convertir en un período de bienestar igualitario la vida actual, cruel y agitada por la incertidumbre.
Era la misma gárrula, las mismas gesticulaciones, las mismas amenazas bestiales e inofensivas del arrabal de Santiago; pero mucho más tumultuosas. A veces, al pasar junto a una ventana, Ramiro escuchaba el rumor de una zambra, y su imaginación evocaba, a pesar suyo, los pies desnudos de Aixa, haciendo martillar las ajorcas, su boca pintada y sus pestañas cargadas de amor y de hechizamiento.
El hombre avanzó más, y el toro comenzó a retroceder, berreando siempre y arrasando la avena con sus bestiales cabriolas. Hasta que, a diez metros ya del camino, volvió grupas con un postrer mugido de desafío burlón, y se lanzó sobre el alambrado. ¡Viene Barigüí! ¡El pasa todo! ¡Pasa alambre de púa! alcanzaron a clamar las vacas.
Eran mujeres y niños en su mayor parte, todos sucios, negros, con el cabello enmarañado, el ardor de los apetitos bestiales en los ojos, el desaliento del animal débil en la mandíbula caída. Vivían ocultos en los escombros de sus casas. El miedo les había hecho olvidar el hambre; pero al verse libres de enemigos, reaparecían de golpe todas sus necesidades, incubadas por las horas de angustia.
Nace de aquí el escasísimo interés que la mayor parte de estas novelas despiertan y el tedio que a la larga causan, como que carecen, en realidad, de principio y de fin, y de medio también, reduciéndose a una serie de escenas mejor o peor engarzadas, pero siempre de observación externa y superficial, siendo para el autor un arca cerrada el mundo de los misterios psicológicos, ya que fuera demasiada indulgencia aplicar tal nombre a los actos ciegos y bestiales de individuos en quienes la estupidez ingénita o los hábitos viciosos, llegados a la extrema depravación, han borrado casi del todo el carácter de seres racionales.
Palabra del Dia
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