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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Garcerín, el monaguillo más listo y endiablado de la santa basílica, traía el espanto pintado en la cara. ¿Qué hay, buen mozo? Señor, que esta vez va de veras. Cuenta, cuenta.

La Magdalena es un magnífico anacronismo, un palacio asombroso y una mala basílica; un gran alcázar y una mala iglesia; un gran templo gentil y un mal templo cristiano.

La protección de quien quiso dispensársela, y su buena fortuna, le empujaron de tal suene, que a los cincuenta años llegó Acolín a canónigo de una basílica, y veinticuatro meses después era preconizado obispo, con gran regocijo suyo y de su ama de gobierno.

La leyenda popular cuenta que el diablo, en la época de la fundacion, juró que jamas dejaría terminar la basílica, ni conocer el nombre del arquitecto que concibió y trazó su plan, y eso en venganza de cierta pilatuna jesuitica que diz que le jugaron el obispo y los canónigos á Su Majestad Calientísima el rey de los infiernos.

El celebrado orador que La Correspondencia de España ha llamado magistral en más de una ocasión, por más que no haya logrado prebenda en ninguna basílica, podrá tener, a juzgar por su fisonomía, unos nueve años de edad.

El palacio de los condes de Onís merece especial mención en esta historia. Era un edificio antiquísimo, el más antiguo de la ciudad en unión de algunos restos de la primitiva basílica que aún quedaban en pie. No se había salvado otra cosa del horroroso incendio que en el siglo XIV había destruido la población. Su aspecto más era de fortaleza que de mansión.

Excepto la entrada de los emigrados en la plaza del Vaticano, entre un bullicio indefinible de pueblo y millares de hachas encendidas, así como la iluminacion instantánea de la cúpula de la gran Basilica en la noche de San Pedro: exceptuadas estas dos ocasiones, repito, no he experimentado nunca un sentimiento en que más participara de esa especie de éxtasis con que adormece nuestro ánimo la percepcion de lo maravilloso.

¡Anda! dije á mi mujer, con el mismo tono con que la hubiera dicho: el mago nos espera. Saltamos del carruaje, y nuestra ávida y respetuosa mirada se fijó en el frontis de la gran basílica. Aquella fachada es pintoresca, festiva, graciosa, sin dejar de ser grave, religiosa y solemne.

La basílica de San Márcos, que solo tiene en el mundo un rival, San Pedro de Roma, aunque le supera en algo, es otro de los portentos de Venecia: cuanto mas se ve, mas crece el asombro, cuanto mas se examina mas necesidad hay de acordarse de la historia, para admitir como cierto lo que se ve; tantos son los prodigios que contiene.

Las enormes campanas de la basílica tañendo invariablemente a horas fijas. Las viejas devotas caminando con planta presurosa al rosario o a la novena. El canto monótono de los canónigos resonando profundamente en la soledad de las altas bóvedas.

Palabra del Dia

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