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Actualizado: 4 de agosto de 2024


Cada cuadro de la Ilíada es una escena como ésas. Cuando los reyes miedosos dejan solo a Aquiles en su disputa con Agamenón, Aquiles va a llorar a la orilla del mar, donde están desde hace diez años los barcos de los cien mil griegos que atacan a Troya: y la diosa Tetis sale a oírlo, como una bruma que se va levantando de las olas.

Ulises le habló rehuyendo su mirada, deseando evitar con el laconismo de su lenguaje todo motivo de emoción. Había vendido el buque á los franceses: un negocio rápido y magnífico... ¡Quién le hubiese dicho al comprar Mare nostrum que algún día le darían por él una cantidad tan enorme!... En ningún país se encontraban barcos á la venta.

El que ha participado una sola vez de las comodidades de un barco de vapor, apenas concibe exista uno solo de vela. Eso de pasar un día y otro día, y otro, y otro, sin adelantar un cable, sin que haya cálculo posible, ni conjetura racional respecto á la llegada y á la marcha, es insufrible. Los calmazos de los equinoccios constituyen la mayor de las contrariedades de los barcos de vela.

Dio precipitadamente la vuelta y se metió por un callejón que lindaba con la travesía del Puerto, desembocando en el muelle. Ofreciose de pronto a sus ojos el agua negra de la bahía, que no alumbraban la luna ni las estrellas, y donde los barcos inmóviles parecían más negros aún. Arrimose al parapeto. Una brisa salitrosa, picante, le envolvió la faz.

El mar se aleja en una inmensa mancha verde; se mueven, suavemente balanceados, los barcos; las grúas suenan con ruido de cadenas; chirrían las poleas; se desliza rápido, en la lejanía, un laúd con su vela latina y sus dos foques. Y rasga los aires una bocina ronca con tres silbidos largos y luego con tres silbidos breves. Sale un vapor.

Van-Stael, aunque nunca había tenido gran confianza en aquellos barcos de construcción china, muy poco seguros para los malos tiempos, partió para la costa septentrional de la Australia, y en pocas semanas completó su carga de aquellos coriáceos moluscos, que son tan apreciados en los mercados chinos y malayos.

El capitán cesó de sonreír y por sus ojos cándidos pasó una sombra de inquietud. No podía disimular su turbación. No ... la veo poco. Debe estar como siempre... Y añadió con repentina resolución: Mira, Luisillo: cada uno que proceda como mejor le parezca. Yo á mis barcos, y fuera de ellos nada me importa.

Marcial y yo tenemos que reñir... Vuélvase él a los barcos si quiere, para que le quiten la pierna que le queda... ¡Oh, San José bendito! Si en mis quince hubiera sabido yo lo que era la gente de mar... ¡Qué tormento! ¡Ni un día de reposo!

Fuera de que se podria descubrir un camino mas corto para navegar este rio con barcos hasta Valdivia: podríanse reunir tambien tropas de indios moradores de sus orillas, y los mas valientes de estas tribus, que se alistarian con la esperanza del pillage; de manera que seria muy fácil el rendir la guarnicion importante de Valdivia, y allanar el paso á la ocupacion de Valparaiso, por las que se aseguraria la conquista del reino de Chile."

En el centro del río anclaban algunos barcos. Ambos combatientes se despojaron prontamente de sus ropillas y birretes y empuñaron las espadas.

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