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Actualizado: 10 de junio de 2025


Y aún será mayor el asombro de éste cuando su sabio guía toque ciertos resortes, abra ventanillas en el vientre y en el pecho a las figuras mencionadas y hasta les levante con suavidad y sin el menor daño la tapa de los sesos. El ateniense exclamará entonces, como el personaje de una aplaudida zarzuela: Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Viendo que la furia de uno y otro se aplacaba poco a poco, los vecinos se fueron retirando. Se incomoda uno por cualquier majadería murmuró López, dejando que Nazaria le aplicase el pañuelo a la frente . Cuando uno va a reparar ya ha hecho una barbaridad... y hombre perdido. Le hablan a una con malos modos, y a una se le sube la mostaza a la nariz, y allá te vas lengua.

«Pues , tía... es verdad que debiera yo... contarle a usted... No lo hice porque me parecía impropio. ¡Qué barbaridad! Traer a esta casa cuentos de... Soy una miserable; yo no debo estar aquí... Hasta llorar aquí por lo que lloro es una canallada. Pero no lo puedo remediar. El alma se me deshace. Yo tengo que decirle a alguien que me muero de pena, que no puedo vivir.

Decía que la luz de Madrid le alborotaba la sangre y la impulsaba a cometer barbaridades. «Con el marido que Dios me dió esto se lo yo mismo, años después , la menor barbaridad, viviendo en Madrid, hubiera sido el adulterio. Aquí distraigo el aburrimiento murmurando y sacando tiras de pellejo.

Con todos aquellos preparativos y mandatos, y muy singularmente con lo raso y desamparado de la extensión que había entre el peñasco y nosotros, acabé de amilanarme. ¿No era una barbaridad asaltar a pecho descubierto la guarida de una fiera?

Tenía yo entonces... eso es, veintinueve años; y ya hacía siete cumplidos que estaba casado. Es una barbaridad casarse tan joven. Aunque no tengo motivo para arrepentirme, no aconsejaré a nadie que lo haga. Vine a parar a esta misma casa, esto es, a la misma posada; la casa estaba entonces situada en la calle del Barquillo.

Como premio por sus atropellos en las elecciones, le había prometido el indulto, y Bolsón, que se sentía viejo y ansiaba vivir tranquilo como un labrador honrado, obedecía al señor todopoderoso, creyendo en su rudeza que cada barbaridad, cada crimen, aceleraba su perdón.

De nada le vale a usted ser honrado, si la maldad de los demás le obliga a hacer una barbaridad. Eso está muy bien discurrido. ¡Oh!, la desgracia vuelve sabios a los tontos... No, no somos dueños de nuestra vida. Estamos engranados en una maquinaria, y andamos conforme nos lleva la rueda de al lado.

Porque si había dificultades considerándole demente, tratándole como sano las dificultades eran tales que rayaban en lo imposible. ¿Le hablaría del niño?... Jesús qué disparate. ¿Le diría que su mujer era una joya? ¡Qué barbaridad! ¿Acometería el estado real de las cosas? Ni pensarlo. ¿Lo tomaría por el lado religioso y de la resignación? Tampoco. ¿Por el lado mundano?

Una estocada que le traspasase el corazón, un tiro que le deshiciese la cabeza; esto era lo que mejor representaba mis sencillos deseos, y en ello me detuve con voluptuosa complacencia. Si yo fuera un hombre aturdido, falto de previsión y de cálculo, quizá hubiera hecho aquella noche una barbaridad muy gorda.

Palabra del Dia

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