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Actualizado: 9 de mayo de 2025
El pícaro del boticario colgaba a Serafina el milagro de esta conversión, y aun se atrevía a sostener que la señora doña Inés hacía la vista gorda y no se percataba de tal milagro, cuya comodidad y baratura no podía menos de celebrar en el fondo del alma.
Su primera visita había sido diez y siete años antes, cuando era piloto de un velero catalán, surto en el puerto de Nápoles, aprovechando la baratura de precios de un domingo. Todo lo había visto confundido en un grupo que se empujaba y pisaba por escuchar al guía de más cerca.
En mi concepto el ferrocarril, como instrumento de comunicacion activa, de baratura y de fecundidad universal, es un elemento de luz, de religion, de paz, de bienestar, de igualdad en la vida, de fraternidad entre los hombres y los pueblos, y de predominio del pensamiento ó la idea sobre la fuerza física.
Esta circunstancia nos confirmó más en la idea de la baratura. Aquella señora nos sirvió desde luego media botella de vino á cada uno, el pan correspondiente y una sopa de pasta. Luego nos preguntó qué carne queriamos. Nosotros pedimos chuletas de carnero, como para disponer el estómago.
Desde luego, la aproximación, por la baratura del transporte, de todas las tierras que baña el Pacífico, desde el Estrecho de Behring hasta Chile mismo, con los grandes centros europeos.
La baratura de la vida, en un país activo, civilizado y donde hay abundancia de todo, es una prueba evidente de los beneficios de la libertad y la autonomía, y de las buenas cualidades de los habitantes.
Para atenuar las horas tristes, sacaban fuerzas de flaqueza, alegrando con afectadas fantasmagorías los ratos de la noche, cuando se veían libres de acreedores molestos y de reclamaciones enfadosas. Fue preciso hacer nuevas mudanzas, buscando la baratura, y del Olmo pasaron al Saúco, y del Saúco al Almendro.
Al entrar volvimos á leer: tres sopas á eleccion, tres platos de carne, tres legumbres y tres postres. Tanta baratura nos aturdia. Subimos, y la señora del establecimiento nos improvisó una mesa aparte, en una habitacion que estaba á la izquierda, contigua á la estancia destinada á los fumadores. Los dos salones que servian de comedor, estaban llenos de parroquianos.
Severiana la enseñó como un trofeo, reventando de orgullo. «¡Un conejo!» clamaron media docena de voces... «¡Hija, cómo te has corrido!». «Hija, porque se puede, y lo he sacado por siete riales». Jacinta creyó que la cortesía la obligaba a lisonjear a la dueña de la casa, mirando con muchísimo interés las provisiones y elogiando su bondad y baratura.
Dos meses después escribió desde Inglaterra diciendo que había comprado el Fingal, vapor-correo de tres mil toneladas, que hacía el servicio dos veces por semana entre Londres y un puerto de Escocia. Ulises se mostraba entusiasmado por la baratura de su adquisición.
Palabra del Dia
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